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Derechos para las prostitutas. ¿Para todas?

La institución prostitucional debe ser la única institución política de la que no cabe la posibilidad de hacer una crítica política ni discutir sobre su función social. Una parte de la izquierda se sigue negando a considerarla dentro del ámbito de la política, como algo incuestionable y sobre lo que no cabe debate. Esto sólo ocurre con la prostitución, de la que hay que aceptar, de partida, que está ahí sin más y que nuestra única intervención posible es aceptar lo que nos digan sobre ella algunas de las mujeres que se dedican a la misma. Ante cualquier otra aproximación ideológica se aplicarán argumentos deslegitimadores sorprendentes como que eso es “filosofía” o, peor aún, que la posición abolicionista busca imponer una moral, como si la justicia o la igualdad no fueran cuestiones morales, o como si no hiciéramos aproximaciones normativas, morales, basadas en la idea de una “vida buena”, de otras muchas instituciones, el matrimonio y la familia entre otras. Así que sí, claro que se puede –y debe– debatir la prostitución.
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Seguiremos hablando de prostitución mientras sea necesario

A Marta Nebot

¿Quién es un sindicato o un gobierno para decirle a una trabajadora que quiere renunciar a sus vacaciones y ganar más que no puede hacerlo? ¿Quién es nadie para decirle a nadie que no venda un órgano para comprarse una casa (al fin y al cabo, es mi cuerpo y riñones tengo dos?) ¿Quién es nadie para decirle a nadie que se tiene que vacunar aunque no quiera? ¿Quién es nadie para decirle a una mujer maltratada que, aunque no quiera, el fiscal va a presentar cargos? ¿Quién es un gobierno para decirle a un putero que, aunque quiera no puede acceder al cuerpo de una mujer por dinero? La respuesta a estas preguntas es la misma a no ser que se piense, como se piensa, que: La prostitución es natural y cubre una necesidad humana (masculina) y la prostitución es un acto privado porque el sexo es privado. En tercer lugar vendría, mi cuerpo es mío y nada de lo que haga con él tiene consecuencias sociales. Las tres premisas son falsas.

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Prostitución y abolicionismo en la II República.

El documental Prostitución y abolicionismo en la Segunda República, con guion de Luis Miguel Úbeda, gira en torno al decreto abolicionista de junio de 1935 que acabó con la reglamentación de la prostitución en España. Su aprobación estuvo envuelta en un duro debate que reflejaba la complejidad de abolir una actividad muy asentada en la sociedad.

El comercio sexual se venía tolerando en nuestro país y en Europa desde mediados del siglo XIX. Era una legalización encubierta en la que subyacía una con mala conciencia; una doble moral que justificaba la prostitución como un mal menor.

El reglamentarismo buscó asiento científico en las tesis higienistas de la época que trataban de contener la extensión de las enfermedades de transmisión sexual con una policía sanitaria. De esta forma, se estableció un registro de prostitutas y un censo de las casas de lenocinio; un control que permitió fiscalizar con impuestos el comercio sexual y que reportó pingües beneficios a ayuntamientos y gobiernos civiles. Esa recaudación generó una de las críticas más descarnadas al sistema reglamentarista: la del Estado proxeneta.

La regulación provocó también involuntariamente el nacimiento de una corriente feminista abolicionista, dirigida en un primer momento en Inglaterra por Josephine Butler. En España esta corriente penetró más tardíamente, pero terminó arraigando gracias a destacadas mujeres como Regina García, Victoriana Herrero, Matilde Huici, Victoria Kent, María Lejárraga, Ascensión de Madariaga, Carmen de Burgos, Margarita Nelken o Clara Campoamor.

El reglamentarismo iba perdiendo fuerza y de igual forma, a comienzos del siglo XX, prendió la inquietud internacional por una actividad que escondía la trata de mujeres con destino a los prostíbulos.

Desde 1932, en el debate parlamentario del abolicionismo llevó la voz cantante el psiquiatra César Juarros, diputado del Partido Republicano Progresista y fundador de la Sociedad Española del Abolicionismo. Aunque la Segunda República se declaró abolicionista desde primera hora, el debate se prolongó y hubo que esperar hasta 1935 para dar forma jurídica a la propuesta. No obstante, ya en abril de 1932 se promulgó un decreto suprimiendo todo tipo de impuesto a la actividad prostitucional.

En el programa participan Isabel Escobedo, especialista en Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, autora, entre otros, de El movimiento abolicionista de la prostitución durante la IIª República; Beatriz Gimeno, activista del movimiento LGTB y autora de La prostitución: aportaciones para un debate abierto; y Rosario Carracedo, portavoz de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución:
Prostitución y abolicionismo en la II República

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La importancia de la institución prostitucional en la construcción de las subjetividades patriarcales.

Dejo aquí el largo artículo que he escrito para el libro «Hombres, masculinidad(es) e igualdad. Volumen coordinado por Isabel tajahuerce y Bakea Alonso y publicado por Aranzadi en 2022

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Acabemos con la prostitución

Esta ha sido la legislatura en la que la prostitución ha llegado por fin al Congreso de los diputados. Después de décadas haciendo como que no existía y siendo únicamente un debate y una exigencia del movimiento feminista, por fin ha entrado en Congreso con varias propuestas (aunque ya se habían tomado algunas medidas desde el Ministerio de Igualdad). La más visible ha sido la propuesta del PSOE para prohibir el proxenetismo que se debatió el martes. Desde luego creo que prohibir el proxenetismo es imprescindible, así que me alegraré cuando se apruebe. Siempre me alegro cuando se producen avances para las mujeres, sea cual sea el partido que las propone.

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La revuelta de las putas

Amelia Tiganus ha escrito y publicado un libro: La revuelta de las putas en el que  se define a sí misma como activista feminista, formadora,  escritora en busca de una identidad que no sea aquella identidad impuesta a los 17 años de «puta feliz» y que no sea tampoco la de «exprostituta» porque como ella dice: una mujer que ha sido maltratada no es para siempre una «exmaltratada» y una mujer que ha sido prostituta no es para siempre una exprostituta. Hay un momento en que esa mujer tiene derecho a habitar otras identidades elegidas y Amelia está en ese  proceso de desvestirse de esa identidad de víctima, también impuesta, para pasar a ser lo que quiera ser, en este caso una activista feminista. Y ha escrito un libro que pienso que va a ser fundamental para el abolicionismo en este país.

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Prostitución: cuestión de derechos y privilegios

Prostitución: Institución patriarcal que busca garantizar a todos los varones la posibilidad de acceso a tantos cuerpos de mujeres quieran. Para ello, el patriarcado debe garantizar, por medio de la desigualdad estructural, por medio de la ideología sexual patriarcal y de toda una estructura simbólica y cultural, que siempre habrá un contingente de mujeres dispuestas a ocupar ese espacio previamente señalado para las mujeres públicas.   

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El feminicidio invisible: feminicidio por prostitución

Esta entrada reproduce el artículo publicado en el libro «Feminicidio» editado por Graciela Atencio y publicado por Catarata en 2015.

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Para que haya putas tiene que haber pobres

Diputada en la Asamblea de Madrid por Podemos, partido del que forma parte desde su fundación en 2014. Comenzó en política de la mano del movimiento feminista y más tarde se incorporó al movimiento LGTBI+.
Fue presidenta de la FELGTB en el período en que se reformó la ley de matrimonio y se aprobó la primera ley de identidad de género. Autora de varias obras de diversa temática, la última de las cuales, Lactancia materna: política e identidad (Cátedra), se publicó el pasado año.

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La culpa es de las abolas

Decía ayer Gabriela Wiener en un artículo-exabrupto que la culpa de todo es de las abolas. Nunca dejará de sorprenderme la ira que se gastan algunas contra nosotras y que jamás vemos aflorar ante la noticia, casi cotidiana, de la policía rescatando a mujeres esclavizadas o ante las filas de puteros abriendo sus braguetas para que una mujer depauperada y con la mirada perdida les chupe la polla en una rotonda. Ni ante los negocios que se cierran en prostíbulos, ni ante los niñatos que acuden en manada a los puticlubs y que luego dejan en las páginas web sus calificaciones sobre las bocas y las vaginas de las «perras», ni ante los políticos que se premian unos a otros con volquetes de putas, por no hablar de los países cuyas mujeres y niñas pobres literalmente no tienen más opción vital que ser prostitutas. Eso nunca genera la misma ira en las regulacionistas que la que generamos las abolicionistas. Es, como poco, extraño.