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Por una Navidad real y moderadamente feliz


Por una Navidad real y moderadamente feliz.

Estaba leyendo este artículo que me ha parecido muy interesante. (https://www.eldiario.es/era/navidad-idealizada-soledad-golpea-veces-fechas_129_10786663.html).

Siempre me ha sorprendido el huracán emocional que se genera en torno a las navidades. Hay tanta gente que las odia que siempre me pregunto…pero ¿hay alguien a quien le gusten? Esta pregunta siempre me ha generado mucha curiosidad. Todo el mundo las odia mientras que, socialmente, parecen ser maravillosas. (Vamos a dejar de lado a los niños y niñas porque todo el mundo entiende que son quienes se lo pasan de verdad bien ( aunque no todos)  La misma brecha se presenta entre la manera en que se presenta socialmente la familia y las numerosísimas personas que, en esta época,  afirman que pasar esa noche con la suya es una tortura.

Tampoco quiero ofender a nadie y que aquellas personas que sufren piensen que menosprecio ese sufrimiento, tan sólo busco racionalizar una situación muy común: la distancia que parece existir entre cómo vive la Navidad mucha gente y la manera en que se nos insiste en que hay que vivirla.

En mi familia nos llevamos muy bien, nos queremos mucho, aunque somos solitarios y muy independientes. Somos tres hermanos, mis padres viven pero mis abuelos -a los que queríamos muchísimo- ya han muerto. Mis navidades de niña eran una fantasía y tengo un maravilloso recuerdo de todas ellas. Es costumbre nuestra familiar de siempre que las parejas (las tres parejas) pasen la Nochebuena cada uno con su familia. Siempre lo hemos hecho así. Es decir, que yo paso las navidades con mi familia y mi pareja con la suya (o con quien quiera), y lo mismo hacen mis hermanos y sus novios/as o cónyuges. Eso no quiere decir que no podamos pasarlas juntas. A veces lo hemos hecho, pero no es la norma y depende de dónde quiera pasarla cada uno y, claro, de cómo nos caiga la familia política, que no puede ser obligatoria y, que en todo caso, es cambiante.  Nos parece lo más normal. Nada de familias impuestas. Además, no tenemos ninguna expectativa estrambótica. Si las pasamos juntos muy bien, pero si no, no pasa nada. Nos reunimos muchas veces al año, ¿qué pasa si no nos reunimos el 24 de diciembre? Pues nada. Cuando había niños, cuidábamos mucho esas cuestiones. Ahora que los niños son adultos, la norma es que cada uno/a haga lo que le apetece. A veces nos reunimos otro día que no es el específico por cuestiones de agenda. Este año, por ejemplo, hacemos una comida juntos el sábado 23.

Hemos pasado, cada uno/a de nosotros bastantes navidades/fin de año, solos en casa por la razón que fuera. No nos ha parecido nada especialmente triste. Estar sola esa noche no es estar sola todo el año. Este año, por ejemplo, yo me iba a quedar sola en mi casa (al final, no) Me iba a comprar una buenísima comida y a ver una serie. Y tan feliz. Y en Nochevieja, lo mismo tomo uvas con gente que no. Depende.

Lo cierto es que no es obligatorio reunirse con gente que no te apetece. Cuando digo esto la gente me mira raro. ¿Cómo que no es obligatorio? No lo es. No te van a expulsar de la familia, no te van a poner una multa, ni a perseguirte, ni a agredirte. ¿Qué pasa si no acudes a una cena a la que no te apetece ir? Quizá una reprimenda de algún familiar, poco más. Pues échale valor, coñe, que no es para tanto. Yo lo equiparo a la salida del armario. Cuesta mucho pero luego, en general, no pasa nada y se está mucho mejor. A veces, a mis parejas (o a las de mis hermanos), les ha costado entender esto, pero lo han terminado aceptando. Yo nunca he ido a cenar a casa de ninguna familia política extensa. Cenar con los primos segundos de una pareja es algo que no voy a hacer en ningún caso. Sin acritud y con cariño, pero no.

Ocurre también que la gente se acuerda mucho de sus muertos queridos en esta noche. Por supuesto lo entiendo, pero me cuesta comprender que haya que acordarse de ellos especialmente en Nochebuena. Yo me acuerdo de mis personas queridas muchos días (en sus cumpleaños, en fechas señaladas y especiales por la razón que sea…) no están más presentes en Navidad que en otras fechas. No entiendo que haya un día específico para acordarse de ellos.

¿Por qué me gusta la Navidad entonces? Porque cobro una paga extra, porque tengo vacaciones, porque algo me regalan, porque regalo algo a personas queridas…porque me gustan las películas navideñas. Porque me encanta comer diferente y me gustan mucho los dulces navideños…Y esto es todo y creo que es bastante. Este año, por ejemplo, pasaré la Nochebuena con mi hijo, mi hermana y mi madre. Mi novia se va con una exnovia que está deprimida. Mi hermano quiere quedarse en su casa solo, mientras que su mujer, mi cuñada, se va con su familia. Mi hermana la pasará con nosotros pero su marido se va con sus hijos. Otros años ha sido todo diferente, depende de muchas cosas.

El problema, como dice el artículo, son las expectativas. Y yo pienso que ser adulta y moderadamente feliz, consiste, entre otras cosas, en adecuar las expectativas a la realidad. Las expectativas sociales neoliberales son siempre desorbitadas y aspiracionales para incitarnos a buscar una felicidad basada en el consumo y también en la idea de que podemos controlar nuestras vidas, de que estas dependen de nosotros y que, además, deben parecerse a otras vidas que nos presentan como mejores, esas que aparecen en las revistas como ideales. La realidad es que se puede estar bien sola y en compañía, comiendo langosta o langostinos… pero, en todo caso, la soledad, la tristeza o el desánimo no tienen un día especial para manifestarse. Es importante resistirse a la idea de felicidad impuesta, a las idealizaciones sociales, porque eso sí que nos conduce a una melancolía y a una tristeza inevitables.

En fin. Este ha sido uno de los años más duros de mi vida. Empezó muy mal y con mucho sufrimiento. Sin embargo, lo acabo moderadamente feliz y tranquila. Brindaré porque me dure mucho. Feliz Navidad.

Avatar de Beatriz Gimeno

De Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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