Me dicen mis amigas que olvide a Benedicto, que llevo días dando la lata en twitter y que no hay quien entienda esa obsesión. A mí me importa la religión, que es en parte lo que estudié en la universidad y siempre me ha parecido que la izquierda no se acerca bien a lo que es, como dijo Marx, “al mismo tiempo la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real”. Las críticas a la religión en bruto que a veces se hacen desde algunos sectores de la izquierda son tan desacertadas como la convalidación acrítica de cualquier forma de religiosidad. El mismo Marx (y muchos otros revolucionarios antes que él) no dejó de apreciar las posibilidades de resistencia y de lucha que la religión podía ofrecer a los oprimidos y circunscribía sus críticas a las formas religiosas históricas y sociales concretas. Rosa Luxemburgo, por su parte, puso de relieve el espíritu cercano al socialismo del cristianismo primitivo. Y así podríamos hablar de las ramas progresistas de la teología cristiana extraordinariamente desarrolladas a raíz de las puertas abiertas del Concilio Vaticano II. Formas todas ellas a las que el recién fallecido Benedicto XVI no dio tregua, aunque él mismo entrara en dicho Concilio como supuestamente progresista, para salir como profundamente reaccionario.
Seguir leyendo: El Obrero
Categorías