El día 1 de febrero llegará a Madrid el Tren de la Libertad, fletado por una asociación feminista de Pola de Laviana con la intención de protestar contra la ley de aborto que prepara Gallardón. Lo que en un principio era un tren lleno de feministas se ha convertido en trenes, aviones y autobuses. El tren que fletaron las compañeras asturianas pronto se quedó pequeño y enseguida comenzaron a llenarse trenes de otras partes de España. Muy pronto se prepararon trenes desde Andalucía, Castilla, Extremadura o Cataluña. Miles de mujeres vienen a Madrid el 1 de febrero para entregarle al Ministro de Justicia un sencillo manifiesto en el que le decimos que nos negamos a ser consideradas menores de edad, y que también nos negamos a alegar ningún tipo de trastorno psiquiátrico o psicológico para poder ejercer el derecho a tomar una decisión tan vital como es la de interrumpir un embarazo. En Madrid estaremos esperándolas en la estación de Atocha para fundirnos todas en una marea violeta que va a poner rumbo al Congreso de los Diputados, donde queremos entregar una carta exigiendo la retirada de este anteproyecto y que se mantenga la actual ley.
El mismo día, el 1 de febrero, se preparan manifestaciones en diversos lugares de Europa por el derecho al aborto de las mujeres españolas. Las mujeres europeas son conscientes de que esto nos afecta a todas, de ahí la importancia que se le ha dado a esta lucha en otros países; un retroceso en España podría ser la puerta abierta para que la ultraderecha se atreviera a plantear esta batalla. El neoliberalismo que ahora nos empobrece, nos roba y nos oprime, el que se quitó la careta definitivamente en los años 80, se caracteriza en EE.UU por considerar muy importante lo que llaman la guerra cultural: los temas de moral sexual, sexualidad y familia que en Europa parecen estar más desvinculados de la organización económica e incluso ideológica. El empeño de los ultras lo que hace es poner de manifiesto que una “buena” organización neoliberal exige, o al menos prefiere, una organización patriarcal de la sociedad y del estado. Ese es el punto en el que nos encontramos ahora en Europa: con un cuestionamiento del derecho al aborto al mismo tiempo que se imponen políticas que de manera abierta o más escondida buscan privilegiar a la familia patriarcal con hombre proveedor sobre otras organizaciones familiares y personales, más igualitarias y más justas y que reflejan la pluralidad de la sociedad de manera mucho más fiel.
En EE.UU. esa batalla avanza lentamente con importantes victorias (como el avance del matrimonio igualitario) y con retrocesos (como algunas derrotas en el derecho al aborto), pero en Europa no vamos a ponérselo fácil. 50 años de derechos y de libertades no parece posible que se borren de la memoria colectiva tan fácilmente. No es lo mismo perder un derecho que luchar por conseguirlo. Los derechos ya conseguidos y cuyo disfrute se pone al alcance de todas y de todos se enraízan con mucha facilidad en las subjetividades, se funden con ellas y pierden su adscripción ideológica particular. Cuando, durante décadas, en el caso de Europa se ha disfrutado de un derecho que toda la sociedad ha hecho suyo, es inútil que venga ahora el PP a negarle al aborto su cualidad de derecho de las mujeres. Lo es porque la inmensa mayoría de las mujeres lo consideramos así; lo es porque está reconocido como tal en casi todos los países europeos; lo es porque las mujeres que no pueden acceder a él luchan por incorporarlo a su legislación. Por eso, porque es un derecho, no vamos a consentir que nos lo arrebaten los mismos que nos están arrebatando todo. Es, además, un derecho fundamental porque afecta al núcleo duro de nuestra libertad personal y de nuestra libertad de conciencia; afecta a nuestra autoconsideración de la igualdad, de la autonomía y de la dignidad personal.
Merece la pena transcribir algunos párrafos de la carta que entregaremos al ministro en el Congreso: “Porque yo decido desde la autonomía moral, que es la base de la dignidad de una persona, no acepto imposición, o prohibición alguna en lo que concierne a mis derechos sexuales y reproductivos y, por lo tanto, a mi plena realización como persona. Como ser humano autónomo me niego a ser sometida a tratos degradantes, injerencias arbitrarias y tutelas coactivas en mi decisión de ser o no ser madre”. ”Como ser humano libre me niego a aceptar una maternidad forzada y un régimen de tutela que condena a las mujeres a la ‘minoría de edad sexual y reproductiva (…) En democracia se “deslindan derechos de pecados y ley de religión” ninguna mayoría política nacida de las urnas está legitimada para convertir derechos en delitos”. “Porque yo decido, soy libre y vivo en democracia exijo que se mantenga la actual Ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo por favorecer la autonomía moral, preservar la libertad de conciencia y garantizar la pluralidad de intereses de todas las mujeres”, concluye la carta.
Suscribo, apoyo y comparto plenamente el contenido de la carta y la necesidad de una rebelión cívica que nos evite la imposición de una ley represiva a la que se opone la inmensa mayoría de las mujeres y de la sociedad, como demuestran todas las encuestas. Por eso estaré el día 1 de febrero en la estación de Atocha a las 12:00 h recibiendo a las compañeras. Si no quieres convertirte en una menor legal, acompáñanos.
Publicado en: El Plural
Una respuesta a «Con el Tren de la Libertad, por nuestra dignidad»
Allí nos veremos, tb desde Murcia!!
http://redfeministasmurcia.blogspot.com.es/2014/01/tren-de-la-libertad-murcia-madrid.html