Cuando pensamos en lo queer pensamos en alguien queer, en personas queer. Cuerpos que no siguen la normatividad corporal, identidades que rompen con la coherencia que se espera entre género y sexo, orientaciones completas del deseo que rompen también con la relación entre cuerpo, identidad y deseo, roles sociales y sexuales no normativos…Todas estas cosas podemos pensarlas como propias de personas queer, pero pocas veces pensamos en la posibilidad de un deseo queer autónomo de lo anterior. Pero el deseo, y no me refiero a las prácticas, ni a la orientación sexual tal como la conocemos, puede ser queer aunque pocas veces hablemos de ello o lo visibilicemos. El deseo “raro” permanece sumergido en la invisibilidad o se visibiliza, como mucho, en los márgenes, en la oscuridad de los espacios mentales y físicos en los que ocultamos lo que, por la razón que sea, sabemos que no es aceptable, que no goza de legitimidad para expresarse.
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