Tengo una amiga votante de izquierdas toda la vida, médica desesperada por la manera en que Aguirre está acabando con la sanidad pública madrileña y desesperada también por el silencio de los partidos de la oposición y de los sindicatos, que dice que en las próximas municipales va a votar a Gallardón aunque le salga úlcera. La razón que me dio me pareció curiosa: “Gallardón es el único capaz de acabar con Esperanza Aguirre”. No voy a decir que no. Aquí y por ahora el único que se ha atrevido a mencionar y denunciar la calaña y los métodos propios de la mafia calabresa que usa Aguirre ha sido Manuel Cobo, es decir, Gallardón. Qué lo haya hecho en medio de una pelea interna por conseguir cuotas de poder empieza a importar muy poco cuando ya somos muchos los que empezamos a pensar que, a la vista de esa conversación robada a la Presidenta, todos, absolutamente todos, se mueven haciendo cálculos en cuotas de poder personal o de partido. Así que estamos autorizados a pensar, y ojala termine resultando falso, que el silencio de muerte que se ha instalado en la oposición madrileña, que es un absoluto escándalo, se debe a que Aguirre ha repartido unos buenos cargos en consejos de administración de aquí y de allá. Todo legal, claro.
Aguirre les calla y se asegura la lealtad de todos con los cargos, según se desprende de la conversación, pero además, al más puro estilo mafioso, no renuncia al, digamos, manejo de la información. Así, cuando Aguirre le pregunta a su vicepresidente: “¿Y contra ese que tenemos?” hace pensar en lo que tendrá contra todos. Está claro que la gestapillo aquella, esa que denunció Manuel Cobo que la Presidenta había puesto a funcionar contra él y otros cuantos, no sólo existe, sino que debe estar a pleno rendimiento y es de suponer que la utilizará también contra sus rivales políticos. No va a utilizarla sólo contra los de su partido, qué desperdicio de operativo.
Visto lo visto no sé quién podrá a estas alturas dudar de cerca de dónde se urdió el “Tamayazo” y no sólo eso, sino también de por qué no nos hemos enterado de nada ni nadie ha tenido interés en desenmascarar aquel asunto que nos robó a los madrileños las elecciones autonómicas que en Madrid ganó la izquierda. Aquí nadie quiere tirar de la manta no vaya a ser que veamos lo que hay debajo. Y parece que siempre ha habido lo mismo. Antes estaba aquel clan mafioso de “los Balbás” con el propio Tamayo a la cabeza y ahora está Aguirre que, por si cupieran dudas, ya nos ha explicado cómo funciona esto. Con una mano reparte cargos y con la otra espía y controla, y aquí todos callados. Callados y contentos. Menos Gallardón parece. Si ese “hijoputa” que le salió del alma a la Presidenta -de ese alma tan refinada que tiene- se lo hubiera dirigido a un dirigente del PSOE o de IU a muchos nos hubiera sonado a gloria. Pero no, lástima, el “hijoputa” era contra Gallardón. Y me temo que ese insulto le ha hecho ganar votos a Gallardón aunque sólo sea porque quizá mi amiga tenga razón y el único que parece que pueda acabar con ella es él.
El Plural