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Gitanos


Esta semana tengo una columna tranquila. No voy a decir gran cosa de la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo acerca de que la presencia del crucifijo en las aulas es discriminatoria. La sentencia contraria hubiera ido contra el sentido común. Cualquier símbolo religioso en la escuela es contrario al derecho de las familias ateas a educar a sus hijos en dichas convicciones, obvio. Pero si la sentencia es la normal y esperable no lo es la patética respuesta de la izquierda italiana (y, claro, así les va). La respuesta del PSOE aquí no es muy diferente así que hoy voy a dejar el tema.

Voy a otra cosa que me ha llamado la atención. La semana pasada leí que se iba a representar una Bernarda Alba en la que las actrices son gitanas. Hasta ahí bien. Después leí que como estas mujeres no saben leer ni escribir han tenido que aprenderse el texto de memoria. Después las vi en la televisión, explicando lo mismo a las cámaras. Son mujeres de todas las edades pero la mayor no lo es mucho, tendrá 40 años y las hay mucho más jóvenes. Entonces me pregunté, ¿cómo que no saben leer ni escribir? ¿Cómo es posible que chicas jóvenes no sepan leer?  Esta noticia me confirma la sensación que tengo a veces de que en España los gitanos siguen dejados de la mano del estado y de las instituciones.

A veces, cuando voy a Latinoamérica, me dicen: “claro, como ustedes no tienen minorías étnicas…” Tenemos una, pero es tan invisible que parece que no existe. Es una minoría étnica formada por personas tan españolas como cualquiera, y al mismo tiempo tan lejanas como cualquiera que venga de muy lejos. Como el nivel de racismo que existe actualmente en España contra los gitanos afortunadamente no es  de la virulencia del que existe en Rumanía o en otros países del este de Europa, parece que no existen. Pero existen, y después de más de treinta años de democracia parecen estar donde siempre estuvieron: al margen. Siguen siendo los  principales pobladores de los poblados chabolistas, siguen acumulando índices insoportables y vergonzosos de analfabetismo o de abandono escolar, siguen ocupando profesiones poco valoradas.

Que su situación no es justa es evidente, pero como no protestan, como es una comunidad en la que el apoyo familiar es fuerte y eso parece evitar el desarraigo total, parece que hemos decidido que se las arreglen solos. No puede ser así, no puede ser que haya personas entre los gitanos que no sepan leer, no puede ser que todavía no disfruten de las mismas oportunidades que cualquier español o española. No comprendo cómo no hay entre los cientos de cargos políticos que se ocupan de cualquier cosa, de cualquier aspecto social, económico, cultural… alguno que se ocupe de la comunidad gitana, de las mujeres gitanas, de los niños y niñas gitanos, de los ancianos gitanos o de los jóvenes gitanos. Pero sobre todo y por las generaciones futuras considero imprescindible que alguien se ocupe de hacer un seguimiento a los niños y niñas gitanos en la escuela. ¿Fracasan más que los demás? Y si es así trabajar para evitarlo. Que los gitanos no tengan a estas alturas las mismas oportunidades que los no gitanos es un fracaso sin paliativos. Pasa completamente desapercibido sí, pero eso no quiere decir que no sea urgente. Por eso creo que mucho antes que elevar la enseñanza obligatoria hasta los 18 años que queda muy bonito, sería urgente ver si todos los chicos y chicas que se supone van a la escuela, van verdaderamente.

Publicado en El Plural

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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