Asistimos atónitos, y con cierto regocijo interno -para qué nos vamos a engañar-, a los problemas que tiene el Partido Popular para hacer regresar a sus jubilados y demás hooligans a las monótonas vidas que llevaban antes. Es lógico. Ellos, que nunca o casi nunca antes se habían manifestado, descubrieron que la vida puede ser mucho más que una partida de cartas los sábados, que el paseo matinal o vespertino de todos los días, que la merienda con las amigas. La vida, les enseñó el PP, puede ser excitante. El PP les dio vidilla, les organizó cada tarde una manifestación, les enseñó a gritar “asesino” a cualquiera que no fuera de los suyos, les enseñó que la vida es una conspiración permanente dirigida por fuerzas oscuras, que los catalanes quieren romper España, que la familia se rompe y que todos, menos ellos mismos, quieren rendirse ante ETA.
Sobre todo les enseñó que para conocer la verdad de lo que pasa y para saber cómo actuar en cada momento, hay que escuchar la COPE y leer El Mundo. Todas esas personas estaban contentas con esa nueva vida llena de jolgorio, actividad y espíritu de servicio. ¿Cómo no estarlo? Estaban salvando España, ayudando a recomponer la familia, haciendo que la luz de la verdad resplandeciera y, encima, se lo pasaban bien. Nada les gustaba más que, aprovechando el buen tiempo, coger a los niños y lanzarse por la calle de Alcalá entre globos y cánticos. Si la izquierda aprovecha el día del orgullo gay para salir a la calle y pasárselo bien, ellos demostraron que saben pasárselo igual de bien o mejor y que a organizar manifestaciones político-festivas no les gana nadie.
Y allí que se iban con sus carrozas, niños con caretas y gente disfrazada de obispo, de cura o de monja; coreaban pegadizos estribillos, aplaudían a rabiar a sus famosos y gente del mundo de la cultura (bueno, alguna locutora de la COPE se vio por allí) y se sentían contentos y orgullosos. ¿Cómo explicarles ahora que todo ha terminado? ¿Que, a pesar de que eran muchos, no eran mayoría y que la mayoría ha decidido que la izquierda siga gobernando?
La desorientación duró un par de meses. Menos mal que enseguida la COPE y El Mundo les han dado una esperanza. La cosa no ha terminado del todo. Hay nuevos enemigos, nuevos asesinos, nuevas rendiciones ante ETA, sólo cambia un poco el escenario. Ahora hay que ir a la calle Génova que es un poco más estrecha pero que, a cambio, es más elegante que la calle de Alcalá. Y allí que se fueron, aunque la cosa no resultó muy lucida porque llovía. “En cuento llegue el verano vais a ver”, dijo una señora. Dentro de la sede del Partido Popular seguro que alguien se estaría preguntando quién será el líder (lideresa) capaz de encerrar de nuevo a la fiera.
Publicado en: El Plural