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Violencia en parejas del mismo sexo: una perspectiva lésbico feminista


Mesa redonda organizada por UNAF: Noviembre 2006

Para preparar esta Mesa Redonda he presentado dos ponencias. La primera se titulaba «Malos tratos en parejas homosexuales, una realidad por descubrir». Sin embargo, cuando comprobé que mis compañeros de mesa habían presentado ponencias de muy parecido título, pensé que corríamos el peligro de encontrarnos con tres ponencias exactamente iguales. Por esta razón pensé en dar a mi intervención un enfoque distinto al habitual. Como yo presento un doble perfil, como Presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales y como activista feminista, me ha pasado a veces que estos dos perfiles no coinciden, pues como es de suponer no todos los gays, lesbianas y transexuales son feministas (aunque deberían serlo ya que las raíces de la homofobia son las mismas que las del sexismo). En todo caso, pensé en enfocar esta ponencia desde otro punto de vista, el de una lesbiana feminista. Tengo que decir que puede ser una ponencia polémica porque la postura feminista, lesbiano- feminista en este caso, no suele coincidir con la postura, ni con los datos, de los representantes del movimiento gay en la cuestión de los malos tratos en parejas homosexuales.

En primer lugar, me gustaría hacer una referencia al papel que jugó mi organización, la FELGT, en el debate de la Ley Integral contra la violencia de género. Es evidente que el hecho de que se iniciara un debate público acerca de los malos tratos en el seno de las familias, nos afectó en el sentido de que también nosotros tuvimos que discutir la cuestión. Este era un debate que permanecía larvado en la organización y que llevábamos tiempo evitando. En ese sentido, la ley nos obligó a pensar la cuestión y a posicionarnos públicamente. Teniendo en cuenta que el problema de los malos tratos en las parejas homosexuales es un problema grave, gravedad que yo no niego a pesar de lo que diga después, la mayoría de los miembros de la FELGT opinaron que era el momento para que esta situación apareciera cubierta en la Ley integral que se estaba preparando. Por tanto, la mayoría de la gente opinaba que teníamos que luchar porque la ley nos incluyera.

Además, tengo que decir que tuvimos la oportunidad de ser incluidos, y no sólo porque el PP trató de instrumentalizarnos, sino que también fuimos requeridos por el sector progresista del CGPJ que se manifestó a favor de que la ley incluyera a las víctimas homosexuales. Nos intentó instrumentalizar el Partido Popular pidiendo que se incluyera nuestra problemática, cosa que nos pareció indignante viniendo de una partido que se ha negado durante ocho años a hacer el más mínimo movimiento que supusiera cualquier avance en el reconocimiento de nuestros derechos. Nos pareció un movimiento vergonzoso por su parte. Pero, como he dicho, por parte de otros sectores progresistas también se nos ofreció la oportunidad de manifestarnos a favor de esa inclusión. Desde el propio partido socialista recibimos también alguna llamada preguntando nuestra opinión, es decir, si íbamos a apoyar la ley tal como estaba o exigiríamos ser incluidos.

Lo cierto es que, en un primer momento, la FELGT sacó un comunicado pidiendo al gobierno que considerara también a las parejas homosexuales como sujetos de la ley y lo cierto es que mantuvimos contactos para explorar esa posibilidad. Pero, pocos días después, la FELGT sacó otro comunicado desmintiendo el anterior, y en el que apoyábamos la postura del gobierno y del Movimiento Feminista en el sentido de que apoyábamos que la ley discriminara positivamente a las mujeres y sólo a las mujeres y a las mujeres víctimas de la violencia de los hombres. Nosotros nunca hemos desmentido un comunicado, así que fue algo inédito. Pero el segundo comunicado se sacó después de un debate en el que se impuso la tesis que finalmente se hizo pública.

De alguna manera nuestros problemas de malos tratos venían a «chocar» en este caso con la lucha de las feministas por sacar adelante la Ley Integral tal como estaba redactada. Finalmente si la FELGT apoyó la ley tal como estaba fue porque la FELGT es una organización ciertamente atípica en el panorama del movimiento GLTB en el sentido de que cuenta con un importante grupo de lesbianas que se definen como feministas (cosa que no es habitual en el movimiento GLTB); que somos una organización que llevamos muchos años practicando la discriminación positiva a favor de las mujeres de la organización, y que llevamos mucho tiempo también trabajando el feminismo, formando en feminismo a las organizaciones, a las chicas jóvenes que entran y a los propios compañeros. De hecho, la FELGT es una organización que se caracteriza en su discurso por acercar el discurso gltb al feminismo entendiendo que, como hemos dicho, las causas de la homofobia y del sexismo son las mismas, y que además, el discurso de liberación gay se lo debe todo a las aportaciones teóricas del movimiento feminista.

Así que finalmente optamos por apoyar la ley tal como estaba, aunque tendríamos alguna matización que hacer en el sentido de que los malos tratos en parejas homosexuales existen y que precisamente la invisibilidad a la que se enfrentan es uno de los problemas más graves con los que nos encontramos a la hora de combatirlos; y estamos, además, y en eso discrepamos de las organizaciones feministas, convencidos de que en el tema de la violencia familiar no basta con el Código Penal pues, como las mujeres saben muy bien, la violencia que se ejerce en el seno de la familia y contra la pareja es una violencia que necesita un tratamiento específico y diferenciado. Y además, finalmente, cuando en el Ley se introdujo la coletilla de que la ley ampara también a «otras personas vulnerables», nos dimos cuenta de que lo que ha ocurrido es que al final hemos sido los únicos en quedarnos fuera, ya que será difícil que los jueces consideren «personas vulnerables» a la víctima gay de una pareja homosexual.

Cada vez más, las personas que trabajamos en asociaciones de gays y de lesbianas vemos que los consultorios, los teléfonos de información, los trabajadores sociales, reciben llamadas que son peticiones de ayuda de gente que relata que su pareja del mismo sexo les pega, les amenaza, les somete a malos tratos físicos y mentales, les viola incluso. La policía nos ha reconocido incluso que este tipo de denuncias les están llegando cada vez con más frecuencia, pero no saben como afrontarlas y las asociaciones que trabajan contra la violencia contra las mujeres nos han advertido de que reciben cada vez más llamadas de lesbianas que piden ayuda. Algunas de estas lesbianas han sido admitidas incluso en casas de acogida. Pero es evidente que las instituciones y las asociaciones no saben qué hacer, hacia donde dirigir esas denuncias, a donde enviar a esas personas maltratadas, cómo ayudarlas. Eso es lo que todos vemos y en lo que todos estamos de acuerdo.

Aunque este tema de los malos tratos en parejas homosexuales es un tema aquí casi desconocido es, sin embargo, un tema estrella en los EE.UU. donde existen decenas de informes, servicios sociales volcados en este problema…. Además hay muchas leyes estatales que reconocen este tipo de maltrato y que lo combaten como violencia familiar. La mayoría de estos informes hablan de que la violencia en las parejas homosexuales es igual o incluso mayor que la que existe en las parejas heterosexuales. Ninguno de esos informes tiene un punto de vista feminista y en cambio, los que sí están realizados por feministas siempre tienen mucho menos difusión y no son considerados científicos ni generales, sino particulares y sesgados.

Para empezar, feministas y expertos gays diferimos en que mantenemos que hay una diferencia de grado entre ambas situaciones. Nosotras creemos que la violencia o los malos tratos que existen en las parejas del mismo sexo son menores que la violencia que sufren las mujeres a manos de sus maltratadores. Es menor, de menor intensidad y menos frecuente, tiene además unas características propias. (Wise y Bowman 1997; Harris y Coock, 1994, Ford et al. 1998; Davies et al 2001)

Entender, que los malos tratos que existen en las parejas homosexuales son iguales (no digamos ya cuando se dice que son más importantes) no creo que nos ayude a las personas GLTB y, desde luego, no ayuda a las mujeres. Porque quienes hacen esos informes sobre violencia doméstica, olvidan sistemáticamente que en esta sociedad los hombres son socializados de una manera y las mujeres de otra y que existe un poder simbólico (a menudo también real) que la sociedad pone en manos de los hombres y no de las mujeres, y que este poder es para emplearlo sobre las mujeres. En los informes o estudios no feministas se olvidan sistemáticamente las consideraciones del feminismo sobre la violencia de género. En realidad no se tiene en cuenta el género, así que se obvia como si no existiera, en esta sociedad, hombres y mujeres ocupan lugares distintos, que conllevan comportamientos a menudos distintos y consecuencias también diferentes.

No se puede analizar ningún aspecto social aislando, como se aíslan los virus en una laboratorio, a las parejas del mismo sexo como si no estuvieran compuestas por hombres y mujeres que han sido educados y socializados de determinada manera, como si no existieran sobre ellos determinadas expectativas, como si no ocuparan posiciones sociales propias de hombres y mujeres, como si sus subjetividades, en definitiva, no hubieran recibido ninguna influencia de una sociedad patriarcal. Y eso reconociendo que gays y lesbianas se escapan en cierta medida de ciertos condicionantes de género, pero no de todos. Hay maltrato, desde luego, pero hay menos asesinatos y, en general, son situaciones que no alcanzan los niveles de tortura que conocemos: mujeres quemadas vivas, palizas enormes durante años…

Por tanto, al reseñar las diferencias que existen entre parejas homosexuales y heterosexuales encontramos que la primera diferencia sería de grado. Eso no quiere decir que seamos tolerantes con otras violencias que existen y que tienen que ser atajadas. Por supuesto que a la víctima de una violación poco le importa si su violador es especialmente sádico o es algo menos sádico que otro violador; a la persona maltratada no le hables de grados ni de diferencias en la calidad del maltrato. Por supuesto que no y por supuesto que todas las víctimas son víctimas y que tienen que gozar de toda la protección posible y de toda la ayuda que les puedan prestar las instituciones.

Pero, digan lo que digan los expertos, cuando se produce una situación de maltrato es porque alguien ejerce o trata de ejercer poder sobre otra persona y este poder cuando se ejerce sobre una pareja del mismo sexo, siendo auténtico, no tiene en ningún caso la base simbólica, y a menudo también material, que tiene el poder de los hombres sobre las mujeres en esta sociedad; por tanto, en los casos de parejas homosexuales, el poder de uno sobre otro se basa en que se convenza a la otra persona de que se tiene auténtico poder, lo que no deja de hacerlo más frágil. Además, nadie es socializado para dejarse intimidar ni esclavizar por una pareja del mismo sexo, ni la sociedad ha puesto en manos de ningún maltratador un poder ilimitado para que lo ejerza contra los de su mismo sexo. Los malos tratos ejercidos por los hombres sobre las mujeres no proceden de un poder imaginario, sino real (material y simbólico): el que una sociedad patriarcal ha puesto en los hombres para que lo ejerzan sobre las mujeres. Y esto es algo que olvidan o minimizan permanentemente los expertos gays.

Los malos tratos en el seno de la pareja tienen que ver con los roles tradicionales de género, tiene que ver con la división sexual del trabajo, tiene que ver con ese poder simbólico al que hemos hecho alusión, pero también con un poder real, económico y social. Las parejas formadas por personas del mismo sexo son ciertamente más igualitarias en todos los sentidos y por supuesto que no ejercen de manera rígida roles tradicionales; es decir, aunque es de suponer que ya todo el mundo lo sepa, en las parejas del mismo sexo no hay uno/ a que haga de hombre y otro/a que haga de mujer.

En todo caso, una vez que existe una Ley como la Ley Integral que diferencia los malos tratos ejercidos contra las mujeres de cualquier otro tipo de maltrato, sí que tenemos que decir que los malos tratos en las parejas del mismo sexo existen y que no son anecdóticos, que también merecen un tratamiento especial. No es mi intención quitar importancia a los malos tratos que existen en las parejas homosexuales pero sí mantener que la violencia de los hombres contra las mujeres es una violencia sistémica, que responde a unas causas estructurales y que por ello no puede compararse con otras situaciones. También decir que si no hubiera gente en esta mesa que hubiera presentado ponencias en el sentido en el que lo han hecho, yo misma, seguramente, hubiera presentado la primera ponencia que presenté. Dicho esto, la pregunta que se plantea a los investigadores no es si la violencia en las parejas homosexuales existe sino por qué existe. Y ahí es donde no hay acuerdo y donde los investigadores dicen que la respuesta es muy compleja.

Una primera respuesta, y evidente, es que la familia no es en ningún caso el lugar idílico que se nos vende desde los sectores más conservadores y desde hace mucho. La familia es una institución que es muy bien valorada, es de hecho una de las instituciones, si no la que más, mejor valorada por la sociedad y su crédito no se agota pase lo que pase en ella. La familia goza de crédito ilimitado. Lo cierto es que la familia es el lugar en el que vienen a reflejarse todas las tensiones sociales; es un foco de conflictos para todos sus miembros y esos conflictos pueden degenerar en violencia. Y la violencia la ejerce el que tiene el poder sobre el que no lo tiene. La diferencia de poder entre las personas es una característica de esta sociedad patriarcal en la que los hombres tienen más poder que las mujeres, los jóvenes más que los ancianos, los adultos más que los niños, los ricos más que los pobres etc. Y esas diferencias de poder se reflejan por supuesto en la familia: en las familias heterosexuales evidentemente ya que una de las partes, el varón, está siempre investido de poder, mientras que la otra parte, la mujer, está privada de él.

Sean los que sean los conflictos, se deban a lo que se deban, lo cierto es que en muchas ocasiones degeneran en violencia porque vivimos en una sociedad en la que no se educa a nadie en la resolución pacífica de los conflictos, sino al contrario y esto afecta, por supuesto, a las parejas homosexuales; y finalmente vivimos en una cultura que ha insertado el poder en las relaciones sexuales, afectivas y de convivencia, y esto también afecta a las parejas del mismo sexo. En las parejas formadas por dos personas del mismo sexo también se establecen relaciones de poder, sólo que en este caso el poder no está sistemáticamente ejercido por el hombre frente a la mujer, sino que uno de los dos miembros de la pareja es el que lo atesora en función de cosas como ganar más dinero, tener más edad o menos, más autoridad, ser de una clase social superior, tener acceso a más recursos materiales o sociales etc.

Por otra parte, a pesar de que en las parejas del mismo sexo no se da la desigualdad de roles, las dos personas que forman parte de la pareja lo hacen investidos de todos los atributos de sus respectivos roles porque, como hemos dicho, nadie es socializado ni educado para ser gay o lesbiana. No se produce un rechazo activo del rol femenino o masculino, por lo que se podría entender que se produce una especie de «duplicación» de roles. Pero según Ptoczniack et al. (2000) los gays no se adhieren absolutamente al rol masculino. Kurdeck (1994) ha encontrado que los gays suelen más propensos a tratar de arreglar los conflictos con sus parejas hablando y que se muestran «menos beligerantes y menos dominantes» que los hombres heterosexuales. Según Kurdeck se produce en los gays cierta abdicación del rol masculino que puede producirse porque esta renuncia se hace en otro hombre, y no en una mujer, cosa que la socialización masculina haría muy difícil.

Kurdeck también encuentra que las parejas gays están más dispuestas a utilizar el sentido del humor para solventar problemas. Según Gottman las parejas homosexuales se diferencian de las parejas heterosexuales en cuanto a la calidad de las relaciones, en dos factores fundamentales: existe cierta conciencia en que debe trabajarse la igualdad en el seno de la pareja y se hay mucha más facilidad para terminar una relación que va mal ya que no existen barreras legales, ni familiares, ni sociales…que les obliguen a continuar una relación que ha degenerado.

Además hay que hacer algunas consideraciones sobre el tipo específico de violencia que sufren las parejas gays y lesbianas. Esta violencia suele tener mucho que ver con la homofobia, que a veces practican los propios gays y lesbianas. Por ejemplo, una de las situaciones de malos tratos que es más frecuente es aquella en la que una parte de la pareja amenaza constantemente a la otra parte con «sacarla del armario» ante la familia o en su ámbito laboral. Es una típica estrategia de control. Esto aísla a la persona y la hace sentirse vulnerable en el trabajo. En otras ocasiones, se han detectado amenazas de una parte de una pareja de lesbiana a la otra parte que es madre en el sentido de «descubrir» su lesbianismo ante un ex marido y padre de sus hijos. En esta situación la madre lesbiana puede temer perder la custodia de sus hijos y la somete así a una situación de inseguridad y de dolor que la hace más vulnerable ante la otra parte. En Estados Unidos se dan casos de adolescentes que son abusados sexualmente por personas mayores que les chantajean con «sacarles del armario» ante sus familias.

Veamos lo que dicen los expertos acerca de los malos tratos en las parejas homosexuales:

Para empezar, Gottman asegura que los malos tratos en las parejas gays se dan menos porque mientras que en las parejas heterosexuales el modelo de convivencia, el modelo sexual, económico… está dado ( el hombre tiene el poder y cumple con un determinado rol, la mujer que intenta cambiar ese estado de cosas puede ser víctima del maltrato y, por otra parte, entre las características del rol masculino está el mantener el poder sobre las mujeres) en las parejas homosexuales toda pareja comienza por tener que discutir el modelo. El modelo es negociado, y eso hace que haya un cierto consenso sobre el asunto: Quien hace qué y cómo se hace, quién juega qué papel hay que negociarlo. Gottman asegura que esa negociación hace que gays y lesbianas estén más acostumbrados a negociar entre ellos, a negociar todos los aspectos de la convivencia en comparación con las parejas heterosexuales. Y que estén comparativamente más contentos con el rol que juegan dentro de la pareja ya que, de alguna manera, hay un cierto margen de elección.

Las parejas homosexuales no tenemos modelos, por lo que partimos de cero en cada relación. Los roles pueden cambiar de una relación a otra y cualquier relación tiene, obligatoriamente que comenzar por discutir el modelo de convivencia. Eso disminuye la violencia.

Al mismo tiempo, las parejas homosexuales son más igualitarias en todos los aspectos, a pesar de ciertas diferencias inevitables (Julián et al. 2003) El ser más igualitarias disminuye la violencia. No existe uno de los motivos en los que se sustenta la desigualdad entre hombres y mujeres que es la división sexual del trabajo. Según Kurdeck (1989) y Solomon, Rothblum y Balsam (2003) las mujeres heterosexuales realizan el doble de trabajo en casa que las lesbianas y cargan con prácticamente todo el peso de los hijos. Lesbianas y gays dan cuenta de una división del trabajo similar y más gratificante ya que el trabajo se divide según los gustos y habilidades de cada uno. Las parejas en las que uno trabaja fuera o trabaja más y el otro no dan cuenta de niveles de reparto de trabajo doméstico similar a los de aquellas parejas en los cuales los dos miembros trabajan fuera.

Los niveles de bienestar y satisfacción de las parejas homosexuales son (Kurdeck 1989) por lo general y de media más altos que los de las parejas heterosexuales. Las parejas homosexuales comparten en general muchas cosas (en general más de lo que pueden compartir hombres y mujeres en una sociedad que educa de manera tan desigual a hombres y mujeres) y comparten, además, cierto lazo que es el estar «unidos frente al mundo», la necesidad del apoyo mutuo frente a una sociedad homofóbica. Teniendo en cuenta la homofobia existente la pareja es, precisamente, lo que te salva del mundo, y esa necesidad es mutua. Grossman et al (2003) en una encuesta a gays y lesbianas mayores de 60 años encuentra que el 63% han sufrido episodios de homofobia a lo largo de su vida. Frente a eso la pareja sí es un refugio. Hay un esfuerzo por parte de las dos personas por servir de ayuda y apoyo a la otra persona frente al mundo y una necesidad de recibir ese mismo apoyo y ayuda.

Otro aspecto que encontraron Solomon, Rothblum y Balsam en su trabajo sobre más de 300 parejas homosexuales es que, mientras que las familias de las parejas heterosexuales son en muchas ocasiones un refuerzo de la violencia y los malos tratos y no una ayuda para la víctima, las parejas homosexuales cuentan con lo que se ha llamado «familia de elección», una red de amigos que hacen las veces de la familia de sangre. Y por lo general, a pesar de todos los problemas, de la invisibilidad, de que el problema pueda minimizarse etc. los amigos de la víctima suelen comportarse como tales y constituir una importante red de apoyo.

Esta misma encuesta encontró, como un factor positivo para evitar o poder escapar de los malos tratos que los gays viven más que los heterosexuales en ciudades y que tienen una red sólida de contactos, amigos, conocidos etc. Los gays se trasladan tres veces más que los heterosexuales a las ciudades huyendo precisamente de la homofobia que puede encontrarse en el ámbito rural. Estar en la ciudad proporciona a gays y lesbianas una red de apoyo con la que no cuentan en el medio rural. Y con la que desde luego no cuentan tampoco las mujeres que viven sometidas a una situación de malos tratos en el ámbito rural.

Pero una vez dicho esto, respecto a las situaciones de malos tratos que existen, que creemos que es menor y menos frecuente, como hemos dicho, los estudios indican que existen diferencias claras en cuanto a la situación de gays por una parte y lesbianas por el otro y que los patrones de comportamiento sesgados por el género se repiten también en cuanto a los comportamientos de unos y otras. Por ejemplo, se repite que hay menos violencia física entre las lesbianas y más violencia verbal; que el poder entre las parejas de lesbianas suele ejercerse buscando el control sobre la vida de la pareja. Eso en cuanto al patrón de la agresora, pero en cuanto al patrón de la víctima también se repite el patrón de víctima de cualquier mujer y que es diferente al patrón de la víctima gay. Por ejemplo, las lesbianas aguantan mucho más en una situación de malos tratos que los gays; también perdonan con más facilidad y caen más en la trampa de que ha sido por amor por lo que su pareja la maltrata. Por otra parte caen también con más facilidad en comportamientos autodestructivos, de autoculpabilidad y en situaciones de muy baja autoestima.

Las parejas de lesbianas, además, tienen hijos en mucha mayor proporción que las parejas de gays, con todo lo que esto significa. Se ha comprobado que, en ocasiones, las lesbianas utilizan a los niños como manera de mantener el control y ejercer poder sobre su pareja, y que en otras ocasiones los utilizan también para hacer daño. También en ocasiones la víctima lesbiana de una situación de malos tratos aguanta más por los niños. También en la parte negativa las lesbianas no se trasladan con tanta facilidad a las ciudades como los gays debido a que tienen menos poder adquisitivo. Todos los estudios demuestran que las lesbianas dependen más de sus familias de sangre y no llegan a romper los lazos nunca. Las lesbianas son cuidadoras de las personas dependientes y de los mayores, como todas las mujeres y el ser lesbiana no influye en esta tarea. Si una lesbiana se encuentra en una situación de maltrato, es probable que su familia de origen no la ayude, sino que la culpabilice y aproveche la situación para hacerla responsable de haberse metido en esa situación, que la familia achacará al lesbianismo en sí. En general, las lesbianas viven en una situación de aislamiento mucho mayor que el que suele darse en las parejas gays.

En la parte positiva, las lesbianas encuentran más comprensión y ayuda institucional que los gays porque la sociedad y las instituciones están acostumbradas a ver a las mujeres en el papel de víctima y no a los hombres. En este momento hay varias lesbianas acogidas en casas de acogida, situación que es imposible para un gay. Por lo mismo, la policía también se enfrentará a un caso de malos tratos en las parejas homosexuales con mayor naturalidad si la víctima es una mujer, sea quien sea el agresor.

Finalmente, esta ponencia trataba de dar un punto de vista diferente de la cuestión. Explicitar que hay diferentes puntos de vista incluso dentro del propio movimiento GLTB y poner de manifiesto que ésta es una cuestión que está muy lejos de ser simple. Para terminar una vuelta de tuerca con la que sólo quiero manifestar que la situación está muy lejos de ser simple. Incluyo una carta recibida en el Servicio de Atención Psicológica de COGAM el 7 de diciembre del año 2003. Es auténtica y está firmada por un chico llamado Silvio:

«Mi problema es que amo demasiado. El año pasado me enamoré de un hombre maravilloso, once años mayor que yo y al poco comenzamos a vivir juntos. Durante meses, fui el hombre más feliz de la tierra. Estaba enamorado como nunca y todo nos iba muy bien. Los problemas comenzaron porque él es muy celoso y desde el principio le molestaba que fuera con otros amigos, que alguien me mirara o que intentara intimar conmigo. Yo no me enfadaba porque pensaba que todo eso era porque estaba muy enamorado de mí. Pero el caso es que mi vida se puso muy difícil, cada vez más. Un día que él tardaba en llegar del trabajo, salí con unos amigos a dar una vuelta y cuando regresé le encontré muy enfadado; comenzó a empujarme y, al final, perdió los nervios y me dio una bofetada. Después de eso a veces se le iba la mano. Una vez me dio una paliza terrible y cuanto terminó yo lloraba, pero él también lloraba y me pedía que le perdonase y me aseguraba que no lo volvería a hacer. Después de eso pasamos unas semanas fantásticas, como al principio de conocernos. Al cabo de ese tiempo todo comenzó de nuevo hasta el punto de que yo jamás salía de casa sin él si no era para ir a trabajar. No me veía con mis amigos, ni con mi familia, ni con nadie porque todo le molestaba. Pero yo no era desgraciado porque le quiero mucho y prefiero estar con él antes que con nadie más. Un día fuimos a la playa y me encontré con un amigo de hace muchos años con el que estuve hablando un rato.

El no paraba de mirarme y cuento terminé me cogió muy enfadado me llevó al hotel. Entonces empezó a gritarme que qué quería yo hacer con aquel chico, que qué habíamos hecho antes, que por qué no se lo había contado…Empezó a pegarme y al final me violó, aunque yo no quería hacerlo porque estaba muy triste. Me hizo mucho daño y fue entonces cuando pensé que me tenía que ir, Y me fui. Sólo que ahora él me llama cada día y me va a buscar al trabajo y está tan cariñoso otra vez como al principio. Ahora no sé qué hacer. Creo que le amo todavía y él me jura que va a cambiar y que nada de aquello va a volver a suceder. ¿Es posible que la gente cambie?».

 

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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