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Deconstruir la igualdad


Si hace unos pocos años las agresiones directas, y mucho más en Madrid, eran una rareza, algo excepcional, ahora están creciendo. Ya son varias las agresiones que, al grito de “maricones” se han cometido en la Comunidad de Madrid. La mayoría de ellas, además, no se denuncian. Esto quiere decir que las víctimas siguen sin confiar plenamente en la policía o que tienen miedo a hacerse visibles como gays o lesbianas. Aunque por lo general la policía cumple con su obligación, es cierto que falta formación específica sobre el trato a las víctimas de las agresiones homófobas y transfobas.

Esto pudo verse claramente hace unos días en Alcalá de Henares, cuando la policía nacional se dedicó a identificar a los miembros de una asociación lgtbi de Alcalá de Henares porque exhibieron una pancarta contra las agresiones, como si esta pancarta o las personas que la portaban pudieran suponer algún peligro o fueran sospechosas de algo. Los colectivos lgtbi llevan tiempo denunciando que la pasividad de las instituciones gobernadas por el Partido Popular está dando pie al crecimiento de la violencia. El PP no ha derogado ninguna de las leyes igualitarias aprobadas en anteriores legislaturas, pero la igualdad no se hace sólo con leyes; la igualdad es, sobre todo, una conciencia social que hay que construir y mantener. Como el PP nunca ha creído en ella –y se opuso cuanto pudo- lo que ahora hace de manera callada es erosionar esta conciencia de igualdad.

En la época en la que se aprobó el matrimonio igualitario recorrí medio mundo sintiéndome, por primera vez en mi vida, orgullosa de un logro social, de un logro de justicia, en nuestro país. Una sensación, por cierto, completamente nueva para mi generación (y para la anterior y, si seguimos así, también para la generación posterior a la mía). Dijimos hasta la saciedad que al reivindicar el matrimonio igualitario, estábamos reivindicando la igualdad y los derechos civiles, y la sociedad lo entendió así y por eso nos apoyó mayoritariamente. Como era de esperar, en lugar del desastre que vaticinaban los sectores más reaccionarios que se opusieron a una reivindicación tan básica (Partido Popular incluido) el apoyo a la misma no dejó de crecer desde el día en que se aprobó la ley hasta llegar a convertirnos en uno de los países menos homófobos del mundo; algo de lo que la ciudadanía de este país puede sentirse legítimamente orgullosa.

Si el apoyo social a la igualdad para las personas lgtbi no ha dejado de crecer es porque la aprobación de la ley de matrimonio igualitario generó conciencia de igualdad; porque cuando los gobiernos o las instituciones apoyan de verdad las reivindicaciones de este colectivo, ese apoyo educa a toda la sociedad, transforma mentalidades. No se trata únicamente de aprobar leyes, es hacer gestos (los gestos son importantes), es hacer declaraciones ajustadas, es hacer visible el apoyo, explicitarlo, en definitiva, es crear conciencia social. Cuando las instituciones creen de verdad en la igualdad, ese convencimiento, independientemente del contenido formal de las leyes, funciona como una onda expansiva que hace que toda la sociedad se impregne del contenido no ya formal, sino también ético, de esas leyes. Este mismo efecto se produce en otros asuntos como la lucha contra la violencia machista o el racismo; que la certeza de que las instituciones están en un lado o en otro, es muy importante para un efecto social positivo que va más allá de la inversión económica que se haga en estas cuestiones o de las leyes concretas, por mucho que éstas sean necesarias.

Pero esto también funciona a contrario. Si aunque sigan vigentes leyes igualitarias, el estado o las instituciones muestran claramente su desinterés por la igualdad lgtbi o, incluso, su apoyo a grupos homófobos y tránsfobos; si permite que ocupen puestos políticos o institucionales personas que han manifestado posiciones homofóbicas o transfóbicas, entonces el estado, el gobierno –aunque no lo haga formalmente- está legitimando cultural y simbólicamente la lgtbfobia (o el machismo, o el racismo). Esto lo sabe muy bien el Partido Popular, que no se atreve a derogar leyes que cuentan con una enorme aprobación social o que, simplemente, no pueden derogarse, pero que se esfuerza en minimizar sus efectos igualitarios. Con sus declaraciones (o con sus no declaraciones) comportamientos, faltas de actuación, recortes de fondos, mensajes confusos o minimizadores y, en general, con su palpable desinterés, cuando no desprecio, por la igualdad y la inclusión de las personas lgtbi, los gobiernos del Partido Popular han colaborado a que los sectores de la sociedad más reaccionarios, se sientan legitimados para expresar ese odio que antes no se atrevían a expresar.

La base ideológica de la derecha es la desigualdad económica; su base cultural está muy cerca de la desigualdad de género, de raza, de orientación sexual. En las cuestiones relativas a la igualdad de género, de orientación sexual, de etnia, de origen geográfico etc. -esa igualdad que nunca fue regalada y que los activistas logramos arrancar después de años de lucha-, nunca está todo ganado y siempre puede retrocederse, incluso se puede retroceder mucho. Lo estamos viendo y hay ejemplos históricos que nos enseñan que la vigilancia tiene que ser constante y que las instituciones no pueden nunca bajar la guardia. Somos el país menos homófobo del mundo, somos un país en el que la mayoría de la sociedad apoya la igualdad de las personas lgtb, pero la lgtbfobia persiste en muchos comportamientos personales y sociales; y en algunos sectores reaccionarios ésta solo estaba agazapada, esperando tiempos mejores para mostrarse; tiempos como estos de gobiernos del Partido Popular que no apoya la violencia pero que muestra tal desinterés en combatir las causas de la misma que no es extraño que los sectores más radicales se confundan.

La violencia lgtbfóbica que está surgiendo necesita no sólo leyes (o quizá no necesita más leyes) sino políticas de igualdad que incidan en la educación, en la formación de la policía, en la manera en que los medios de comunicación la nombran y describen, en el apoyo a los colectivos que defienden a las personas lgtbi…en definitiva, la igualdad se construye con esfuerzo y convicción y lo que hace el Partido Popular es lo contrario; pretende así retroceder en lo conseguido. La igualdad siempre llama a igualdad, lo contrario de lo que hace la derecha con sus políticas. No se lo vamos a consentir.

Publicado en :Publicoscopia

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

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