Estos días, a cuenta de las manifestaciones en las que se pedía la libertad de Pablo Hasel y el eterno debate sobre la violencia de los manifestantes (o la policial) se desataba otra polémica en Twitter en la que se intentaba defender que los manifestantes pro libertad de expresión debieran aprender de las sufragistas, dado que este movimiento consiguió sus objetivos sin violencia. Este es un lugar común que merece ser desmentido por muchas razones. Frente a la imagen naif que se ha querido transmitir del movimiento sufragista como de un movimiento de mujeres de clase alta que consiguió sus objetivos pacíficamente, lo cierto es que se trató de un movimiento que sufrió muchísima violencia, una violencia que hoy sería muy duramente contestada en una democracia. Olvidar la violencia que sufrieron es borrar el sufrimiento que padecieron aquellas mujeres; es olvidar la lucha y lo que costó conseguir la igualdad ante el sufragio. Por su parte ellas, aunque desde luego no mataron a nadie, aprendieron a defenderse e hicieron uso de la violencia contra los bienes públicos y privados. Ningún objetivo importante se consigue sin lucha y cuando se lucha por objetivos radicalmente transformadores, el sistema siempre reacciona con violencia.