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ERREJÓN


No quería escribir nada sobre lo de Errejón porque ya está todo dicho y cada vez que me ponía a escribir me daba cuenta de que lo iba a decir coincidía con tal o cual artículo. Pero no he podido resistirme al artículo de Alba Rico (y más) de esta mañana publicado en El País.

Si no me resultaba fácil escribir es porque asumo que esta cuestión es extraordinariamente compleja, como lo son cada vez más las dinámicas sociales. Y con respecto a la complejidad siempre hay que lidiar con ella y nunca tratar de borrarla. Por eso muchos de los artículos escritos en estos días abordan el asunto desde distintas perspectivas y todas ellas nos pueden ayudar a dar forma o a hacer abordable esa complejidad. Hay cuestiones importantes que merecerían más espacio desde mi punto de vista: cuestiones generacionales, la cuestión de la construcción de las subjetividades en la posmodernidad y su relación con las redes sociales, la manera en que el patriarcado va mutando y adaptándose y provocando que cuando las mujeres nos empoderamos por un lado parece que nos desempoderamos por el otro…No he podido evitar acordarme de Celia Amorós cuando decía que el patriarcado es como la cabeza de la Gorgona, que cortas una serpiente y siempre crece otra.

Pero defender la complejidad es una cosa y otra muy diferente es asumir la simpleza desde el antifeminismo, que es lo que me parece que hace, en parte, ese artículo. Por mi parte tengo muy pocas certezas. A lo mejor sólo tengo cuatro.

  1. El silencio de las mujeres ya no es una opción.  Dejad de mandarnos callar, eso ya no va a ocurrir. Cualquiera que sepa un poco de feminismo sabrá que el silencio de las mujeres, que ha sido para nosotras un mandato, es lo que ha servido para mantener la violencia y la profunda desigualdad. A poco que se conozca algo de historia feminista se sabrá que en los años 70 fueron los llamados “grupos de autoconciencia” los que impulsaron en gran parte el feminismo de la tercera ola. Dichos grupos consistían en mujeres que hablaban entre ellas para contarse lo que les ocurría con los hombres, en sus relaciones sexuales, afectivas o de cualquier otro tipo y eso, que parece nimio, levantó una ola que es parecida a la que nos sacude hoy y que a algunos amenaza con anegarlos.  La ruptura del silencio impuesto es necesaria, liberadora y reparadora; aunque no para todos, está claro. Que nosotras tomemos la palabra públicamente para explicar esa otra manera de estar en el mundo, de explicarlo y construirlo, de la que hablaba el otro día en un post en twitter, es una revolución de la que aun no conocemos su final.
  2. Las relaciones de mierda no son (necesariamente) una agresión punible. Estoy de acuerdo. No prejuzgo si lo ocurrido es delito o no, si es agresión o no, pero lo que tengo claro es que tenemos derecho incluso a exponer lo que sentimos ante “las relaciones de mierda” a la que en muchas ocasiones estamos sometidas. Si pensamos que llevamos siglos aguantando esas relaciones y que eso tiene que ver con la desigualdad histórica, con la situación en la que nos encontramos, aun ahora, hombres y mujeres, con la manera en que nos subjetivamos y nos relacionamos, tenemos derecho a contarlo y denunciarlo.  La manera en que se construyen históricamente las relaciones sexuales y afectivas  entre hombres y mujeres está atravesada por el poder, la desigualdad y, desde siempre, el silencio. No son relaciones de mierda porque sí, son patrones estructurales. Y contárnoslo, contarlo, quejarnos de ello,  es importante y nos reconstruye, porque de los retazos de esas conversaciones, y del hecho de poder poner esas experiencias en común, está hecho el tejido que nos ha venido sosteniendo a lo largo de los siglos; y también el futuro.  
  3. Cualquier práctica es legítima siempre que haya consentimiento. Pues también estoy de acuerdo (aunque podríamos meternos en una discusión sobre el consentimiento; pero asumo aquí la mayor para no enredarnos más) Me basta con decir que si en estas relaciones hubiera habido consentimiento no nos hubiéramos enterado. Si hubiera habido buen trato, no hubiera pasado nada, ambos hubieran disfrutado y mira qué bien. Pero resulta que él ni se planteó esa cuestión. Es evidente que hay un patrón en el que parece que a Errejón no le importaba lo más mínimo el placer/displacer, el bienestar, de las mujeres con las que estaba. Ese comportamiento indica una actitud machista, falta de ética y empatía, sea o no sea delito. No confundo el delito con la moral, pero sí uno la ética privada con la pública (y más en el caso de personas que nos piden el voto).  No voy a repetir las palabras con las que Errejón en sus encuentros sexuales le pedía a “ella” (quien fuera, es evidente que eran intercambiables) que reconociera su importancia. No sé si es un narcisista patológico ni en realidad me importa; lo que me importa más es que, en realidad, no es tan excepcional. Simplemente es otro hombre excepcionalmente pagado de sí mismo. “Ser hombre es ser importante”·, dijo Josep Vicent Marqués, y eso sigue estando en la base de la construcción de muchas subjetividades masculinas; desde luego en la de Errejón está marcado a fuego. Cuando uno se cree excepcionalmente importante por el hecho de ser hombre, eso mismo trae aparejado el hecho de creer que las mujeres son poco importantes. También me valdría aquí la famosa frase de Margaret Atwood: “los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos, las mujeres tenemos miedo de que nos maten”. Ambas cosas están unidas y ambas tienen que ver con la manera en que se construye la institución heterosexual. Muchos hombres construyen su identidad sobre la base de la importancia que le atribuyen a su masculinidad, pero en el fondo están tan inseguros que construyen a su alrededor una muralla de maltrato para que no nos riamos de su autoatribuida importancia. Puede que tal cosa tenga tratamiento pero en el camino de la cura, hace daño a las mujeres; a veces las mata. Reírnos de esa supuesta importancia es una cuestión feminista. Y sí, puede ser doloroso. Jonasdottir, a la que estoy estos días releyendo, afirma que la opresión de las mujeres acabará cuando los hombres no puedan extraer poder o valor de las mujeres al tener relaciones heterosexuales con ellas, sino que ambos obtengan lo mismo de sus relaciones sexuales y/o amorosas.  Viene a cuento recordarlo.
  4. El castigo a Errejón es excesivo. También estoy de acuerdo. Pero el castigo no lo ha impuesto nadie en particular, sino que me temo que es un signo de época. Los «linchamientos» (más bien señalamientos) colectivos por las redes me parecen mal en general y los he padecido, como la mayoría de las mujeres, especialmente de las mujeres feministas. Es evidente que para los/las autores/as del artículo en defensa de Errejón esos otros linchamientos no eran tan importantes aunque muchos de ellos, basados en mentiras las más de las veces, terminen por hacer la vida insoportable a muchas mujeres, por expulsarlas de las redes, de la política o dificulten sus vidas laborales. Somos muchas las personas que estamos en contra de este uso de las redes y que desearíamos que funcionaran de otra manera. Pero …si el señalamiento es por cuestiones políticas ¿es menos linchamiento? ¿Si no tiene que ver con el sexo es menos linchamiento, menos importante? Por mi parte intento no ser cruel por las redes; borro muy a menudo tuits porque me parecían innecesariamente agresivos. Cuando alguien sufre un señalamiento masivo suelo sentir empatía. Y creo que el señalamiento en redes es muy problemático desde varios puntos de vista. Por eso opino que que hace falta una especie de regulación o alguna forma de educación o autorregulación que nos conduzca al necesario equilibrio. Por ahora estamos ante una herramienta que nos desborda y que tiene muchos aspectos negativos. Pero el feminismo no tiene la culpa de esto.

    Finalmente respecto del artículo citado no estoy de acuerdo con la argumentación, pero sí me gusta el párrafo final, que yo suscribiría. Pero lo suscribiría únicamente si estuviera segura de la respuesta a la siguiente pregunta: si lo que se estuviera poniendo de manifiesto/denunciando públicamente fuese un comentario o comportamiento claramente racista o fascista o clasista de Errejón y no una determinada manera de relacionarse con las mujeres ¿estarían los mismos defendiendo lo mismo? Como estoy segura de que la respuesta es «no» tengo la sensación de que el problema está más relacionado con lo que cuesta demoler ciertos privilegios sexuales masculinos (que mucha gente no percibe como tales) que con la construcción de un mundo mejor para todxs (imposible, por otra parte, si antes no hemos demolido dichos privilegios) Pero eso requiere otra conversación.
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De Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

One reply on “ERREJÓN”

El artículo sobre Errejón explora su enfoque del populismo y cómo ha evolucionado su discurso político. Se destaca su capacidad para conectar con la ciudadanía, aunque también se le critica por evitar compromisos directos. Su figura sigue siendo clave en el panorama político español actual. El análisis de la dimisión de Errejón revela su uso de ambigüedades y eufemismos para eludir responsabilidades. Su discurso se centra en conceptos abstractos, lo que genera frustración en el público que busca claridad. La falta de detalles específicos en su carta refleja una estrategia común entre políticos para evitar controversias.

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