Texto de la poeta Dolors Alberola para la presentación de mi novela Deseo, Placer en Jerez de la Frontera el 17 de marzo de 2011
Decirlo todo en la interlinea
Entrar en la palabra de Beatriz Gimeno es empujar la puerta de un inmenso bloque en el que se asienta la vida. De un modo totalmente filosófico, a la vez que claro y concreto, la autora nos va llevando por cada una de las plantas de la cotidianidad. Toda la novela en sí es una exactísima metáfora de lo que sucede no solamente en cualquier empresa sino en la mayor empresa humana, en la propia existencia. Un libro que, por encima de la prosa, salpica la realidad de delicada poesía. Beatriz hace hincapié en algunos momentos de su detallado decir insistiendo en lo dicho; así pues, nos tropezamos con triangulares comparaciones o definiciones que realzan con mayor fuerza todo aquello que ella pretende dejar bien claro. En pocas ocasiones se tropieza uno con tanta verdad bajo el aspecto de ficción. Posiblemente, la empresa de la directora general no haya existido nunca, pero jamás ha dejado de existir el modo en que todo se desenvuelve.
Poco a poco, Gimeno va devanando la historia que, minuciosamente -puesto que no se le escapa a la autora ni uno sólo de los matices de la sicología de sus personajes-, deja que suceda ante nuestros atónitos ojos, que jamás llegan a cansarse de esa aparente monotonía de la existencia, repleta en cambio de los más sutiles matices. Al leer, Deseo, placer, no sólo penetramos en la historia de un grupo de personajes sino en la historia del hombre, en sus más recónditos deseos, en sus más desbaratadas apariencias, en sus más inconfesables pensamientos. Entramos en cada uno de los personajes a partir de un narrador omnisciente que parece reconocer todas las identidades y sobre todo la de aquella mujer dispuesta a dar rienda suelta a su libertad de acción.
Una historia tejida con tal maestría que, sin hacer uso de grandes elocuencias, penetra en el siquismo con la facilidad del más delicado bisturí y nos muestra a los personajes abiertos en canal, pero sin derramar una sola gota de su sangre. Al comenzar la historia no espera uno que la trama sea tan profunda, que la filosofía se deje retratar con tanta agudeza, que la crítica social que conlleva sea tan naturalmente expuesta y a la vez tan mordaz. El mundo, en la pluma de Beatriz, queda totalmente al desnudo; parece que su tinta nazca de un tintero omnipotente y omnipresente, que no deja oculto títere con cabeza. Leemos y nos sentimos apenas sin argumento, sentados frente a esa ventana del último piso de las oficinas desde donde la Directora general parece poseer el mundo y, sin embargo, estamos haciendo nuestra toda esa realidad, toda esa trama, todo el artilugio de verdad y mentira que entrelaza el humano en pro de la más fría apariencia.
Y todo esto así sucede en la primera parte, Deseo; ella sabe perfectamente cuál es la sustancia de ese deseo, como sabe de la irrealidad que envuelve tantas veces a todas aquellas circunstancias que aparentan ser tan reales, tan ciertas, tan sucedidas. En la segunda parte, se abre más el juego y, junto a esta inmensa dosis de siquismo, una puerta mayúscula deja paso a momentos mucho más carnales, más descarnados, más silenciosos dentro del terrible clamor de la carne. Una realidad totalmente abierta, desnuda, perfectamente silabeada en el más amplio silencio. Lo vemos, todo lo vemos en una novela en la que apenas existen cinco o seis frases de diálogo; todo lo sabemos de unos personajes que no hablan, no creen en la palabra, no dicen sino con sus mismos delirios, con sus propios cuerpos, con su humanísima presencia.
Y así, como la voz narradora nos va entrando en cada uno de los pormenores, mi voz desgranaría una a una cada circunstancia, cada entrada y salida de las diferentes escenas, cada cambio de escenario, siempre acertado en cuanto a la suma de visiones y pareceres propios y ajenos, pero no debo, no deseo, no quiero contarles el contenido de un libro que es necesario leer, para reconocer de nuevo el funcionamiento de esta sociedad castrante en la que vivimos, para ser, de nuevo, sufridores de estos roles inamovibles, perennemente establecidos.
Cualquier lector que no profundizara, diría que la novela es un adelantarse hasta la furia, hasta lo descarnado, hasta lo prohibitivo; sin embargo, todo esto sucede antes, es más hiriente el dolor del alma que expone Beatriz en su personaje que ese dolor de vulva o bajo vientre que, al fin, sólo es cuestión de conseguir saciarlo. Es más puñal ese silencio a gritos, más invencible la soledad a la que nos arriesgamos día a día en estos edificios sociales. Más escandaloso, si cabe, ese rumiar ajeno sobre el uno que lo que ese uno quiera deshacer del gravísimo abanico de papeles que desde siempre se nos han dictado, llegándonos a pudrir hasta las propias conciencias.
No dejen de comprarlo, será, con una inteligentísima y diminuta dosis, pero totalmente suficiente, de conversación, el monólogo mejor trazado de su existencia. Ni un solo minuto me ha dejado la autora apartada de la intriga, del qué sucederá al final; ni un solo segundo he dejado de alabar en silencio toda la sabiduría que contiene la interlínea de esta narración. Deseo, Placer, es más de lo que ofrece, más de lo que cuentan, más de lo que se ha dicho de ella. Penetren ustedes mismos en su silencio y en su totalmente expuesta carnalidad.
Una respuesta a «Texto de la poeta Dolors Alberola en la presentación de Deseo, Placer»
No sé si es posible que cuelgues algo más de información sobre esta novela. Coincido con el comentario de Dolors, la trama no está tanto fuera de los personajes sino al interior de ellos. En ese sentido va a contracorriente de lo que las editoriales ponen ante el lector, eventos sucesivos,espectaculares, como los de las pelis americanas. Esta novela sale de ese parámetro común.