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Sigamos con el debate de la prostitución


Dos personas a las que valoro contestaron a un artículo mío con otro artículo y yo ahora contesto a este último.
Como hace siempre, el discurso regulacionista utiliza dos trucos para tratar de ganar el debate de la prostitución, y lo hace con bastante éxito. Así, más que defender una postura propia, lo que hace es situar la postura contraria, esto es, el abolicionismo, en un lugar en el que las propias abolicionistas no nos reconocemos. Para empezar, el regulacionismo se apropia de un lugar de “sentido común” que no le corresponde en exclusiva y nos expulsa de él. Por ejemplo, ha conseguido convencer a mucha gente de que el suyo es el discurso que legítimamente representa a las putas, lo cual es una atribución que no responde a la realidad en absoluto. Las putas son como todo el mundo y las hay regulacionistas y abolicionistas. Las organizaciones regulacionistas y las personas que defienden este discurso llevan décadas acusando al abolicionismo de hacer lo que en realidad hacen ellas: hablar por todas, invisibilizar y negar una parte, quizá mayoritaria, de la experiencia y de la palabra de las propias prostitutas. Este sector ha conseguido, por razones que tienen que ver obviamente con que es el sector bendecido, de manera directa o indirecta, por la industria (y, desde ahí, por las tendencias sociales, las modas) que parezca que hablan por todas las prostitutas o por la mayoría de ellas, y que el abolicionismo, en cambio, usurpa su voz.

El regulacionismo ni siquiera habla por todas las putas que quieren seguir dedicándose a la prostitución (no hablemos de las que querrían abandonar esa actividad o de las que nunca quisieron dedicarse a ella) Mencionaría el caso de la activista Carla Corso que ha explicado y escrito que la regulación perjudicaría en muchos aspectos su trabajo y que no solucionaría ninguno de sus problemas. O mencionaría a la activista transexual Lohana Berkins, cuya lucha de liberación trans y también como puta es bien conocida y que se declara profundamente abolicionista. Podría mencionar a muchas más que demostrarían que las putas también tienen opiniones divididas sobre este asunto. No hay aquí espacio para hacer un recuento, pero las prostitutas no son regulacionistas, ni siquiera la mayoría, pero las que lo son usurpan la voz de las otras. Tienen derecho a defender sus posturas, pero no a decir que su voz es la voz de las putas porque eso no es cierto.

Lo que sí es cierto, y es también un truco argumental, es tratar de presentar regulacionismo y abolicionismo como dos discursos que se actúan en el mismo nivel de discusión. Eso no es cierto.  No estamos en hablando de lo mismo, aunque se quiera hacer creer que sí.  La prostitución no es sólo una actividad individual que millones de mujeres en el mundo eligen para ganar dinero; también es eso, pero no sólo eso. La prostitución es un sistema, una institución, una ideología y preguntarse por qué a ellas, y no a ellos, se les presenta esa opción, es necesario; así como preguntarse qué papel juega la institución en el conjunto del sistema patriarcal, y también económico.  El abolicionismo contempla el sistema, la estructura que hace posible la institución; el regulacionismo sólo se refiere a las prácticas personales, a las experiencias de las mujeres que quieren regular la prostitución; y su defensa de esos derechos está basada únicamente en la libertad individual, exactamente igual que hace la derecha. Cuando hablamos de prostitución, para las regulacionistas, no hay más que personas individuales y una libertad abstraída no sólo de las condiciones materiales, sino de cualquier referencia estructural al patriarcado, al sistema de desigualdad de género. ¿Quién habla de de salarios o de empleo, de políticas económicas, sin hablar de neoliberalismo, de capitalismo, de empresas, de poderes financieros, de estructura económica? Pues eso es lo que hace el regulacionismo que es capaz de escribir un artículo sobre la prostitución, sin mencionar ni una sola vez que la prostitución es una institución (no una práctica individual que se da porque sí), creada por el sistema patriarcal, que algo se beneficiará por tanto de ella, y que ha crecido y se ha transformado en una de las más poderosas industrias en el neoliberalismo global. No mencionar a la industria cuando se habla de prostitución es como si al hablar de enfermos de hepatitis C o de personas con VIH no mencionáramos los intereses empresariales que condicionan cualquier lucha que se mantenga en el terreno de la enfermedad, o como si al hablar de trabajo no mencionáramos a los empresarios. Y cuando mencionamos esto, neoliberalismo feroz, conversión de todo en mercancía…se nos acusa de utilizar referentes negativos. Si cuando hablamos de salarios de miseria y de personas sin derechos laborales, no nos olvidamos de los referentes negativos ( al menos no desde nuestra visión del mundo), si cuando hablamos de precariedad laboral no dejamos de hablar de neoliberalismo y de estructura económica e ideológica, ¿por qué cuando hablamos de prostitución no podemos hablar de estructura patriarcal e ideología prostitucional? No sólo podemos, sino que debemos.

Otro de las curiosas adjudicaciones que el regulacionismo hace al abolicionismo (ver el artículo) es la del amor. Al parecer, nosotras, abolicionistas, sostenemos que hay que follar por amor. Esta falsa atribución se nos hace para poder, a renglón seguido, llamarnos antiguas; buen truco. De nuestro lado el amor, del suyo el sexo. Sí que es cierto que nos rebelamos ante la falacia neoliberal de que todo es mercancía y que todo tiene un precio, pero desde luego, eso no tiene nada que ver con follar con amor o sin él. Los autores del artículo al que me refiero, mencionan un párrafo mío y como hacen siempre lo tergiversan. Este es mi párrafo: “Una relación sexual necesita de dos o más personas y aquí solo hay una parte, el hombre, teniendo sexo, mientras que la mujer está, en el mejor de los casos, esperando a que él acabe y en el peor, sufriendo”, ¿dónde menciono yo el amor? Yo ni siquiera creo que se folle por amor, se folla por deseo; deseo por ambas partes (o por las partes que haya). Lo que define una relación sexual, al menos desde la revolución feminista de los 60, es el deseo. Recordemos que antes de la revolución sexual feminista (y aun ahora en muchos países) la mujer tenía sexo aun cuando estuviera siendo violada. Lo que es y no es sexo, lo define hoy día la existencia de deseo. Si no hay deseo no hay sexo y en la relación prostitucional lo que hay es el deseo de él, luego hablamos del sexo de él, no del de ella. Y en esto que digo, están además de acuerdo la inmensa mayoría de las putas. Si algo tienen ellas bien claro es que para ellas la prostitución no es sexo; no es “su” sexo. Para ellas es, en el mejor de los casos un trabajo, en el peor, un martirio, pero nunca es sexo. Por lo tanto, lo que yo digo en mi artículo lo defenderían ellas sin problema. Entonces, ¿por qué critican ese párrafo mío las regulacionistas? ¿Por qué meten el amor por medio cuando aquí nadie ha hablado de amor? Porque saben que “sexo” es ese significante positivo que vence a cualquiera de los significantes negativos que se supone que usamos: patriarcado, neoliberalismo, desigualdad etc. Porque acusar a alguien, hoy día, de estar contra el sexo es un valor seguro y se usa, aunque dicha atribución sea mentira.

No criticamos la prostitución porque no nos guste el sexo sin amor; nos gusta el sexo de todas las maneras. Lo que no nos gustan son las estructuras patriarcales de desigualdad, ni los mercados que convierten las relaciones humanas (sexo incluido) en mercancía; lo que no nos gusta es la ideología biologicista que mantiene la idea de que la prostitución es “natural” o necesaria para los hombres; lo que no nos gustan son las masculinidades hegemónicas que se ponen en juego y se refuerzan en la prostitución Y dicho esto…a ver si al final a los que no les gusta el sexo va a ser a ellxs: “Esta actividad (se refieren a la prostitución) (…) puede incluso poner en jaque el mito de la independencia masculina, ya que parece obvio que necesitan de sus servicios para tener compañía, comunicación, algún cariño y, en definitiva, los cuidados que sustraen de todas las mujeres, solo que en este caso ellas cobran por ellos”. Acabáramos. No hay sexo de ningún tipo: hay comunicación, compañía, algún cariño y cuidados. ¿Pero no decíamos que eso de la comunicación, compañía, cariño y cuidados…era lo que nos gustaba a nosotras, las abolicionistas, y por eso estamos en contra de la prostitución? Pues no, vaya, ahora son ellas las que defienden la prostitución con el argumento de que los hombres necesitan cariño. Por cierto que yo también estoy en contra de que el cariño sea otra mercancía más; creo que al monetarizar las relaciones humanas,, y lo hacemos todos y todas,  hemos aceptado el marco neoliberal. Dice el poeta y activista ecologista Jorge Riechamn que la reducción de lo humano a relaciones mercantiles es un fenómeno criminal al que habría que llamar antropocidio. Estoy de acuerdo (quizá no en el nombre).

Las autoras del articulo aseguran que en ese párrafo antes mencionado, y del que soy autora, se recupera el tópico de la sexualidad masculina siempre depredadora y la femenina siempre sumisa. ¿Eso es lo que se entiende en ese párrafo? No, eso es lo que ponen en nuestras bocas para poder seguir con su argumentación, que no es la nuestra. La sexualidad masculina no es siempre depredadora y la femenina no es sumisa. Las putas no son sumisas, son mujeres valientes que se hacen cargo de sus vidas en condiciones muy difíciles, ¿eso nos inhabilita a las feministas para juzgar el daño que el sistema prostitucional y la ideología que la sustenta hacen a la igualdad? Curiosamente el regulacionismo considera la prostitución una práctica individual sin más, pero…de repente, hace un giro y la compara con el matrimonio, al que juzga como institución. Si podemos juzgar la institución matrimonial sin juzgar a las personas que se casan, ¿por que no podemos juzgar, desde el punto de vista feminista, la institución prostitucional sin juzgar a las mujeres que se dedican a ella? Eso es lo que hacemos las abolicionistas, condenamos la institución, no juzgamos a las mujeres; igual que se supone que hacemos todas las feministas con la institución matrimonial.

O la prostitución es una institución sujeta a crítica, como el matrimonio, o es una práctica individual donde lo único que cuenta es el consentimiento individual. Yo siempre he dicho que prostitución y matrimonio son las dos caras de la misma moneda…hasta el siglo XX, cuando gracias a la lucha feminista, el matrimonio se transforma radicalmente y pasa de ser una institución en la que las mujeres eran una posesión del marido, indisoluble, y que servía para transmitir la herencia y las propiedades a ser una institución donde los cónyuges son iguales, fácilmente disoluble y que ya no transmite nada porque la herencia y las propiedades se transmiten sin necesidad del matrimonio. El matrimonio ha perdido su función, o gran parte de ella, en el patriarcado. La prostitución, al contrario, al desaparecer la función patriarcal del matrimonio, es más útil y funcional que nunca, por eso aumenta su uso;  y lo hace además a partir de los años 80, cuando se industrializa globalmente y cuando el neoliberalismo, impulsado por Thatcher y Reagan, derriba todas las barreras éticas que existían ante el consumo, que pasa a ser cuestión de libertad individual sin más y ante la mercantilización de las relaciones humanas.

Finalmente, siguen hablando de regulación como si no hubiera experiencias de regulación suficientes como para saber lo que pasa cuando se regula. Hay varios países que lo han hecho y hay estudios suficientes. Pero como hablamos de una idea, lxs regulacionistas no se molestan en leerlos. La realidad es que la trata aumenta y que la percepción social de la igualdad sufre, como era esperable. No hace bien a la idea siempre frágil de la igualdad mantener y legitimar un espacio de desigualdad pura, aunque sólo sea porque es una actividad que no es reversible. Un hombre, aunque sea prostituto, nunca estará desempoderado como una puta; si eso fuese posible no habría patriarcado. Diga lo que diga Esperanza Aguirre, aunque haya putos, ellos nunca estarán desnudos en las esquinas, jamás serán “carne”, nunca serán violados por las clientas, ni maltratados, no serán objeto de trata, ni vendidos de un burdel a otro, ni encadenados a la cama, ni tendrán que realizar prácticas que les asquean…eso, simplemente no es posible porque por más que el dinero y la clase es aquí fuente de desigualdad, ésta aparece compensada con la otra jerarquía que cuenta: el género. Para las mujeres, en cambio, las dos variables juegan en contra formando la desigualdad total.

No estamos en contra de la prostitución porque sea sexo (que no es sexo para ellas) sino porque es una institución patriarcal que fija los roles sexuales y de género y también la ideología que los crea y los mantiene. Porque los hombres no tienen “necesidades” sexuales diferentes a las de las mujeres sino que es justamente esa idea la que hay que combatir porque es uno de los pilares patriarcales más arraigados en las mentalidades.  Estamos contra la prostitución porque la ideología que la justifica implica que deba existir, necesariamente, un contingente de mujeres dispuestas a serlo y eso condiciona las condiciones materiales de las mujeres en todo el mundo. Tienen que ser más pobres y más vulnerables que los hombres porque si no lo fueran no querrían ser prostitutas (no, al menos, en el número que la demanda masculina precisa), y si no hubiera prostitutas el patriarcado perdería un importante espacio para el aprendizaje y reproducción de la masculinidad hegemónica. La necesidad patriarcal de que haya prostitutas condiciona la vida de las mujeres en todo el mundo y especialmente en los países pobres, que lejos de buscar la igualdad económica y social para las mujeres, están más interesados en mantener la desigualdad para que se dediquen a la prostitución, que es lo que aumenta su PIB. (El Banco Mundial recomienda a los países endeudados que dediquen a sus mujeres a la prostitución). Los anticapitalistas podemos entender que la gente trabaje por 600 euros y, aun así, defender una subida de 50 euros; por la misma razón las feministas apoyamos a las putas porque tienen que vivir, pero combatimos la prostitución.
No, ellas no son sumisas, como los que cobran 600 euros tampoco tienen que serlo, pero ambos están en una posición de desigualdad estructural, ambos son peones de dos sistemas de opresión: capitalismo y patriarcado. No, ellas no son víctimas propiciatorias, ellas son mujeres valientes que luchan con los medios que tienen, que se organizan y hacen oír su voz. Ellas merecen respeto y solidaridad. Por supuesto que estamos con las putas, con sus derechos, contra las ordenanzas que pretenden limpiar las ciudades de su presencia como Esperanza Aguirre pretende limpiarlas de sin techo. Escuchamos a todas las putas y no sólo a las que nos dan la razón. La diferencia con lxs regulacionistas es que sabemos que la igualdad pasa por la destrucción del sistema y no por su legitimación acrítica. Entendemos “mi cuerpo es mío” no como cualquier objeto de propiedad privada, sino que “mi cuerpo es mío” porque me constituye un todo con mi identidad y libertad. Entendemos que la prostitución es una institución política, económica e ideológica y que es también un dispositivo de disciplinamiento sexual, como diría Foucault; para hombres y mujeres.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

12 respuestas a «Sigamos con el debate de la prostitución»

Y qué hay de malo en ser víctimas de un sistema patriarcal? por qué la palabra víctima es equivalente a ser tonta, o negativa? cuándo fui víctima de violación era una tonta, una estúpida? las mujeres víctimas de violencia machista son bobas, sumisas y estúpidas? qué hay de malo en ser víctima de algo?

Víctima es malo en cuanto que hace referencia a una situación en la que las personas no tienen poder. Nada más, no pueden por tanto imponer su opinión, visión, vida, fuerza…lo que sea. Estás a merced de ciertos acontecimientos. Es malo porque nadie quiere estar completamente falto de poder elegir. No tiene nada que ver con ser tontas o bobas. Todas somos víctimas de determinadas circunstancias, como la desigualdad económica. Y sí es malo, es mejor ser completamente dueña de la propia vida, que no serlo.

Me refiero a q no entiendo pq se ve mal decir que las mujeres somos victimas del sistema prostitucional y hay que hacer énfasis en la elección, ser victima lo ponen como algo degradante o q para serlo halla que estar anulada por completo, es malo estar en situación de víctima (porque no se es como condición permanente) pero decir que alguien lo es..no es insultar ni menospreciar. Con eso mismo hace tiempo otrasvocesfeministas se pusieron en contra de las leyes contra la violencia machista pq «infantilizan» y siempre el mismo discurso voluntarista rancio neoliberal de «sal tú o no eres lo suficientemente fuerte» y eso no es casual, es un discurso en varios frentes…no solo la prostitucion para no poner de nuestra parte en acabar con una violencia o discriminación, o ni reconocerla porque reconocerla es «infantilizar»..para evitar a que se hagan políticas en un sentido. La mayoría de mujeres prostituidas son coaccionadas por redes de diferentes modos (no eligen redes para emigrar como dicen algunas para reforzar la violencia, las redes se aprovechan de ellas)… violentadas por «clientes» (porque lo que hacen los clientes es aprovecharse y manda el mercado y sus leyes..no ellas), por la policía, no tienen papeles, sufren discriminación social (a veces hasta les tiran piedras)..pero a pesar de todo ¿están super empoderadas y no son victimas? No entiendo el argumentario reglamentarista..incluso hablan del estigma pero se aprovechan de este para tapar sus voces que no son casi nunca (en prostitucion de ningun «estatus») pro-legalizar.)

Ah, pues lo había entendido al revés. Pues sí, tienes razón. Lo que pasa es que entonces te encontrarás con el argumento de que sí están coaccionadas por el sistema como cualquiera lo estamos. Y es verdad, creo yo, que hacer de la prostitución una excepción absoluta no ayuda a que la gente se haga abolicionista. Es cierto que todxs, pero especialmente la gente más pobre, tiene sus opciones muy limitadas por las coacciones económicas. Para muchas mujeres del mundo la prostitución es una opción «mejor» que otras que se les presentan y no ver eso es muy clasista. Si hubieras visto en qué condiciones trabajan las mujeres en algunas maquilas de latinoamérica comprenderías que para muchas de ellas la prostitución supone, al menos, ganar más dinero y evitar así, que sus propias hijas no tengan más que esas dos opciones. Estas mujeres se mueven entre opciones muy marcadas de antemano por la pobreza sin poder salir de ellas. En realidad, nadie quiere ser prostituta de poder elegir; lo que ellas dicen es que nadie querría trabajar en una maquila en Guatemala de poder elegir.

Verás, esto es para mí una cuestión intelectual. No un combate de boxeo. Ser más fuerte, más valiente o más gritona no te hace mejor pensadora, ni mejor escritora. Cada uno hace lo que le parece más cómodo. Los debates «cara a cara» serán para los que buscan votos, yo no los busco porque no me presento a nada relacionado con la prostitución. Hay que ser tonto/a para pensar que un debate cara a cara es mejor que leer o debatir mediante artículos ¿para qué? ¿para ver quién se pone más nerviosa?.
O sea que los libros sesudos, pensados, intelectuales, interesantes; las teorías que han cambiado el mundo, las que se han descubierto en los libros…pierden mucho porque no se debaten cara a cara. Esa es la idea de ahora: consumo rápido, directo, nada de pensar, de reflexionar. Ahí no voy a estar yo. No busco votos. busco pensar y para pensar, escribo, no doy gritos. No tengo que convencer a nadie a la fuerza, busco que la gente piense y eso sólo se puede hacer en soledad y calma.
Segundo punto. Otra idiotez. Mi blog no es un servicio público, lo pago yo para expresar mis opiniones y fomentar la reflexión y el debate. No lo pago para que cualquiera diga sus tonterías o no tonterías. Mi blog es mi casa y no dejo entrar cualquier opinión, no es censura, es mi derecho. Quien no entiende la diferencia entre un blog privado y un espacio público en el que, efectivamente, no debe haber censura…es que no entiende nada. Esto lo he dicho mil veces, pero hay gente dura de mollera.

Qué poca vergüenza tienen los que dicen que los puteros son pobres hombres vulnerables que necesitan cariño, cuando la realidad es que ven la prostitución como un ejercicio de poder y reafirmación de su masculinidad, por eso no tienen incoveniente en anunciar que son puteros, incluso hasta escribir canciones, libros y películas sobre el tema. Lean los foros de puteros, vean que tan «vulnerables» son, cómo se refieren a las prostitutas. Son ellos quienes las estigmatizan y degradan.

El texto es muy bueno, Beatriz. ¡Me encanta leerte!
Eso sí, me ha dejado con las ganas de leer algún comentario sobre esas dominatrix a las que no tocan un pelo que hay por ahí…

He recibido varios documentos de mi querida madre con la que, ya desde hace unos años, la prostitución viene siendo un tema recurrente (últimamente menos) en nuestras conversaciones.
La actualidad, uno de los dioses de hoy en día, lo trae a escena nuevamente, ni más ni menos que de las palabras de uno de los políticos que parecen más prometedores para los próximos años, y otra vez el dilema de si abolir o regular-legalizar. Y así mi madre me ha alimentado de artículos como el suyo, y otros.

Seguramente con matices, pero decir que la prostitución es un fenómeno social y comercial en el que el trato vejatorio, agresivo e incluso cosificador de las mujeres es un aspecto que parece connatural a la existencia de dicho fenómeno, entiendo que es una afirmación mayoritariamente compartida. Ya sea por el propio funcionamiento interno del fenómeno donde parece muy argumentado que los significados atribuidos a palabras como mafia, ilegalidad, trata, engaño, explotación, etc., son manifiestos, ya sea por el alrededor cercano y lejano al fenómeno que, en general, tilda de cosa mala al mismo, y también a las mujeres que son partícipes o víctimas de él, ya viéndolas como personas de moral torcida, o personas víctimas de una vida generalmente llena de carencias, la prostitución y la maldad parece que siempre van y tienen que ir de la mano.
Si esto es más o menos así entiendo que hacer desaparecer este fenómeno no debe ofrecer discusión o debate, trayendo como principal consecuencia, la evitación de graves sufrimientos, en este caso sobre todo de mujeres.

Y en esta lucha por la desaparición parece ser que es donde nace el debate, acudiendo por un lado a la abolición, que optaría por la desaparición del contenido mismo de fenómeno, es decir, luchar porque desapareciese la relación comercial placer sexual por dinero, o bien la regulacionista, que acudiría a intentar erradicar sólo la forma en la que se da el fenómeno, haciendo por destruir aquellos aspectos en los que aparecen palabras como las dichas anteriormente: explotación, ilegalidad, cosificación, vejación, etc.

Hasta donde he leído, parece ser que aquellos lugares que han intentado regular la prostitución, acudiendo a la segunda opción, el experimento ha salido bastante mal, observándose que en dichos lugares no sólo se manifestó una convivencia de la prostitución regulada y la ilegal sino un incremento de esta última, no pudiendo alcanzar ningún objetivo de desaparición de penalidades, manteniendo o aumentando el número e intensidad de sufrimientos por parte de las mujeres.
Si esto es así, la cosa creo que se complica, pues parece que aquellos lugares que permiten la prostitución regulada son más permeables y permisivos a la no regulada, concluyéndose fácilmente que no sólo es un tema de norma, de regulación, de ley, sino algo más complicado. Como en otros fenómenos, la legalización y protección pública no parece acción suficiente para terminar con los daños.

Quizá, gran parte de la génesis del problema se sitúe en ese alrededor cercano y lejano que convive con la prostitución, eso que podríamos llamar la sociedad y su cultura. Difícil estar en desacuerdo con usted, y no ver la influencia que el poder de los hombres sobre las mujeres ha tenido a lo largo de la historia, ejemplificándose gráficamente dicho poder en la prostitución. En muchos ámbitos, ser mujer, ha sido y sigue siendo menos que ser hombre, y ser puta, mucho menos que ser mujer.
A modo de creencia entiendo que tanto el fenómeno industrial y comercial de la prostitución como aquella persona que libre y voluntariamente decide dar placer sexual a cambio de dinero, comparten, a los ojos de la sociedad, una visión de ilegitimidad, es decir, ninguna de las dos cosas se ven, en general, como buenas. Y con más hincapié en este ámbito, creo que aún tiene mucho peso el valor de que cuando vemos una puta entendemos que ella ha sido la principal responsable de elegir esa forma de vida.
Si esto es más o menos así, siendo la ilegitimidad y la responsabilidad individual valores morales colectivos de peso a la hora de valorar a las putas y la prostitución, me es más fácil entender la despreocupación porque la prostitución ilegal siga existiendo y creciendo allá donde se ha intentado legalizar, dejando que pasen por la puerta de atrás las organizaciones mafiosas y criminales, pues al fin y al cabo, las putas y la prostitución están en los márgenes de lo que se considera importante o digno de atención. Seguro que esto también lo explica su planteamiento de género, pues el poder masculino algo tendrá que ver en que exista una visión general de cosa mala (“caca” que se le diría a un niño) en las putas y en la prostitución, pues a la vez que refuerza su propio poder, permite a muchos hombres satisfacer sus deseos sexuales desde una superioridad objetiva, incrementada por su depósito de dinero, ese “donde pago, cago” que acerca mucho a la mujer a un objeto.
La legalización-regulación parece quedarse corta en la evitación de daños, pues el terreno de la moral social, como en otras cuestiones, obvia la ley.

Llegados aquí, parece ser que la abolición, el castigo a cualquier práctica de prostitución, a cualquier intercambio comercial de placer sexual por dinero parece la salida más oportuna y adecuada, consiguiendo con ello no dañar a más mujeres, pues cualquier permisividad al respecto, parece que toda vez caería, sin alternativa, antes o después, en la ofensa a la mujer.
Pero por más que intente estar de acuerdo me encuentro frontalmente con la afirmación de que hacer del placer sexual un objeto de intercambio comercial no tiene porqué tener nada de malo.

El hecho en sí de que alguien viva o trabaje dando placer sexual o otras personas, a través del uso de su cuerpo e inteligencia, nunca me ha parecido algo que pueda ser reprobable.
El objeto comercial, las prácticas sexuales, no parecen tener grandes contraindicaciones ni riesgos importantes ni para los participantes y menos para terceros.
Las necesidades-deseos sexuales, naturales en nuestra existencia y altamente diseñados y estructurados por nuestra cultura y nuestra propia biología y psicología se presentan en una diversidad que entiendo casi infinita, y cuyo acercamiento y conocimiento me resulta plausible que acabe en una profesionalización.

Quizá no estamos preparados aún para legitimar una profesionalización del trabajo sexual, pues toda experiencia al respecto, ya sea regulada o no, no ha permitido dicha legitimación. Quizá tengamos que abolir esa posibilidad si verdaderamente queremos evitar daños, pero me gustaría que fuese una solución temporal, pues estamos sobrados de inteligencia y capacidad moral para aceptar y compartir que el mundo del sexo es, básicamente, placer.

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