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Una habitación propia


No es que venga de una familia sin dinero o que en mi casa viviéramos todos apelotonados, pero nunca tuve una mesa propia. Ni de niña, ni para estudiar. Mi hermano, en cambio, sí que la tuvo; mesa y habitación para que estudiara, leyera, escribiera…para lo que fuera. Pero mi hermano, la verdad, nunca estudió mucho. Prefería oir música… hoy es músico. Tener una habitación propia le permitía escuchar la música que quería en cada momento que deseaba. Las niñas, en cambio, dormíamos juntas, la habitación no daba para poner una mesa con tanto armario, cómoda y las dos camas. Las niñas éramos mucho mejor estudiantes que el niño pero estudiábamos en la cocina, a veces en el comedor.

Sólo que la mesa de la cocina se usaba para cocinar y la del comedor para comer, asi que había que estar recogiendo cada dos por tres y nuestros libros tenían manchas de tomate y olían a cebolla. Así hice el colegio y la carrera. Sin mesa. Luego empecé a escribir y lo hacía también en cualquier sitio: en el sillón sobre mis rodillas, en el suelo sentada con las piernas cruzadas, en los bares, en cualquier sitio. Lo importante era el cuaderno y el bolígrafo, lo de menos era la mesa.

Terminada la carrera me emparejé y compramos una casa que tenía incluso un pequeño despacho. Al fin tendría un espacio para escribir, leer, estar sola,  pensé. Pero no lo tuve. Yo escribía y estudiaba y él no, pero el despacho se lo quedó él, por si lo necesitaba,  me dijo. Yo era joven, no quería broncas, pensaba que escribir no era importante, que lo que hacía él era más importante porque ganaba más dinero. Así que volví a la mesa de la cocina.  Y pasaron mucho años y comencé a publicar algunas cosas que iban saliendo desde la mesa de mi cocina.

Luego, mi vida cambió mucho pero nunca tuve una habitación propia y ni siquiera una mesa, aunque lo deseaba intensamente. Tuve muchas vidas, muchas parejas, muchas casas, pero, no sé muy bien por qué, nunca había sitio para mí. Las casas eran pequeñas, la habitación del despacho la terminó utilizando el niño, mis parejas necesitaban siempre ese espacio más que yo…La vida fue pasando y hoy, con 52 años, diez libros y cientos de artículos después, no he tenido jamás una mesa que pueda decir que es mía, que es el lugar al que me siento para escribir.  Ni una habitación donde consultar mis libros, donde aislarme, donde sentarme a estudiar o leer. En los últimos años he alternado entre escribir en el comedor, con la televisión puesta y la gente hablando a mi alrededor,  o en un pequeñísimo espacio en el dormitorio.

Pero este año por fin he podido comprarme una casa que tiene las habitaciones suficientes como para poder poner en una de ellas una mesa  que considerar mía. Mía sola. Una habitación con una puerta que poder cerrar y aislarme del ruido y para poder concentrarme en lo que hago y en lo que me gusta hacer. Más de media vida sin habitación propia y al fin ha llegado. Quizá sea un poco tarde, tengo sentimientos contradictorios al respecto. Sólo espero  tener todavía algo que decir o algo que escribir.

Por Beatriz Gimeno

Nací en Madrid y dedico lo más importante de mi tiempo al activismo feminista y social. Hoy, sin embargo, soy un cargo público. Estoy en Podemos desde el principio y he ocupado diversos cargos en el partido. He sido Consejera Ciudadana Autonómica y Estatal. Del 2015 al 2020 fui diputada en la Asamblea de Madrid y ahora soy Directora del Instituto de la Mujer. Sigo prefiriendo Facebook a cualquier otra red. Será la edad.
Tuve la inmensa suerte de ser la presidenta de la FELGTB en el periodo en que se aprobó el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. He dado lo mejor de mí al activismo, pero el activismo me lo ha devuelto con creces.
Estudié algo muy práctico, filología bíblica, así que me mido bien con la Iglesia Católica en su propio terreno, cosa que me ocurre muy a menudo porque soy atea y milito en la causa del laicismo.
El tiempo que no milito en nada lo dedico a escribir. He publicado libros de relatos, novelas, ensayos y poemarios. Colaboro habitualmente con diarios como www.eldiario.es o www.publico.es entre otros. Además colaboro en la revista feminista www.pikaramagazine.com, así como en otros medios. Doy algunas clases de género, conferencias por aquí y por allá, cursos…El útimo que he publicado ha resultado polémico pero, sin embargo es el que más satisfacciones me ha dado. Este es “Lactancia materna: Política e Identidad” en la editorial Cátedra.

9 respuestas a «Una habitación propia»

Te entiendo perfectamente. Parece poca cosa una mesa, un lugar de ensimismamiento, un tiempo de soledad enriquecedora, pero no es moco de pavo conseguirlo. Lo sé. Disfruta de ello, te lo digo con todo el aprecio que has despertado en mí a lo largo de tus escritos, que no es poco. Un abrazo de siete vueltas, Beatriz.

Me hiciste recordar muchas cosas de mi propia infancia, mi adolescencia y mi juventud con tu relato. No tengo hermanos varones pero me pasaba como a ti: mis hermanas y yo compartíamos habitación y, desde pequeñita, soñaba con tener «un cuarto para mí sola», hasta que, por fin, nos mudamos de casa y pude tenerlo; mis hermanas, en cambio, ni lo tuvieron ni lo querían. Tal vez tenga algo que ver con el carácter, con la introversión, con la necesidad de algunas de nosotras de encontrar un tiempo y un espacio a solas con nuestro propio monólogo interior. A mí también me gustaba o, mejor dicho, necesitaba escribir, y por eso tener una habitación, una mesa, un rinconcito íntimo, propio, a espaldas del ruido, donde concentrarme y hablar en silencio con el papel o el teclado, es la diferencia entre tener o no tener paz interior. Un saludo, te sigo desde hace tiempo.

«Y pasaron mucho años y comencé a publicar algunas cosas que iban saliendo desde la mesa de mi cocina.»
Buffff, desgarrador, Bea. Este post me demuestra la inmensa suerte que he tenido a lo largo de… ¡mis 51,5 años! Me conmueve no sólo esa parte de tu vida que describes, sino también que nacimos el mismo 1962. ¡Eres unos meses mayor que yo! Por alguna razón te creía más joven…
Nada más leer el título, y aún más al leer la cita que extraigo, me saltaron a la mente, como no podía ser menos, la famosa y seminal conferencia de la Woolf (http://en.wikipedia.org/wiki/A_Room_of_One's_Own), pero con mucha más razón la magna obra de la Moliner, único diccionario de castellano que utilizo, el DUE (http://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Moliner#Su_Diccionario_de_Uso_del_Espa.C3.B1ol_.28DUE.29) que, como sabrás, ELLA TAMBIÉN ESCRIBIÓ EN LA MESA DE LA COCINA. Fíjate la aterradora distancia: la Woolf gozando de independencia, respaldo y espacio para escribir en los años 20, y María Moliner y tú misma, ¡40, 50, 60 años más tarde escribiendo en la mesa de la cocina!
Tengo que escribir un post sobre eso, me has abierto las carnes. Gracias, como siempre.

Gracias ante todo por tu sinceridad.
Sé lo que se siente sin ese espacio propio. Por eso te felicito sinceramente por el logro.
Tienes mucho que contar y muy bueno.
Adelante. Sigue compartiendo esa lucidez que te caracteriza con quienes te admiramos.

Felicidades! Tal vez no eran imprescindible ni habitaciòn ni mesa. Hasta aquì llegaste…. Que el resto del camino te sea màs rico y fructìfero si cabe, que llegues contenta y plena y sigas contando… Cavafis y yo

Pensaré en esto mientras busco mi propio espacio que en mi caso pasa porque respeten mis tiempos de trabajo y de descanso con un poco de silencio. Un saludo.

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