Cuando el otro día llegué a la oficina y comenté que había escuchado en la radio que Francisco Camps podía estar implicado en la trama de corrupción del PP, un compañero, que leía distraídamente el periódico dijo casi sin pensar: “Vaya, ya le han asegurado otra mayoría absoluta”. Después de pensarlo, creo que tiene razón. Es inútil tratar de desgastar a la derecha con acusaciones de corrupción económica porque, no nos engañemos, enriquecerse lo más posible es la base ideológica de la derecha, de sus votantes y de todos sus simpatizantes. Quizá no al precio que sea (al menos quizá no para todos) pero desde luego sí al precio de edificar unos cuantos pisos, o de contratar a unos primos o compañeros de colegio; eso ¿quién no lo haría? Las corrupciones económicas o el nepotismo pueden aun hacer mella en los votantes de la izquierda -aunque no nos engañemos, cada vez menos-.
Algunos medios nos informan de que algunos altos cargos del PP nombran a dedo, falsifican informes y contratos, trafican con influencias por valor de cientos o miles de millones…¿y? El votante del PP debe pensar que, al fin y al cabo, eso es tener iniciativa empresarial. Y me temo también que casi todos piensan que ya les gustaría a ellos poder hacer lo mismo. Si enriquecerse es triunfar en el capitalismo, la derecha lo hace mejor que nadie. Véase Fabra, con esa pinta de mafioso que ni siquiera se ha molestado en mostrarse ofendido por esa grabación en la que se enorgullece de colocar a todo el mundo a dedo. Y ahí está, tan campante y arrollando en las urnas. Véase Camps, que ni siquiera se ha molestado en explicar para qué llamaba histéricamente a su sastre mientras éste declaraba ante el juez, o Zaplana con Terra Mítica o todos esos alcaldes que después de ser detenidos e imputados sacan, como dice mi compañero, mayoría absoluta de nuevo o salen de la cárcel entre el clamor admirativo de sus vecinos. Así que, desengañémonos, la corrupción no hará mella electoral en el PP.
Claro que también andan algunos alcaldes del PSOE pringados y, la verdad es que en este país empezamos a estar blindados ante estos asuntos. ¿Alguien puede explicarme por qué en España cualquiera que llegue a alcalde, incluso de la aldea más pequeña, se puede hacer rico y por qué parece que no hay manera de detener esto? El problema es que la política municipal parece haberse convertido en una fábrica de hacer millonarios a unos cuantos indeseables, pero el problema es también –y nadie dice nada- la banalización de este delito: el delito urbanístico. La razón de que la ciudadanía asista impávida a todo esto es que parece que el delito urbanístico, es decir, urbanizar lo no urbanizable, es algo sin importancia. “Total”, piensa la gente “si lo único que hacen es construir unas casitas en terrenos no urbanizables…¿Quién no lo haría?”
El PSOE y su relajamiento de la ley de costas, la permisividad de los jueces, las nulas consecuencias sobre lo robado o lo esquilmado, sobre lo construido, hacen que el delito urbanístico nos parezca casi normal. Pero alguien debería empeñarse en explicar que se trata, no sólo de una ilegalidad y una inmoralidad, sino de un robo que se nos hace a todos; que en este país se nos está robando el paisaje, que nos están robando las costas, que nos roban los bosques y los montes, que lo llenan de adosados, que destrozan de manera irremediable el territorio que es de todos, aunque parezca ser, sobre todo, de los alcaldes corruptos. Ese dinero no sale del aire, no; es un robo del patrimonio de todos, de nuestro patrimonio. Lo malo es que no le veo mucho remedio; es el capitalismo que, por cierto ¿no nos habían dicho que iba a reformarse?
Publicado en: El Plural